lunes, 13 de diciembre de 2010

La comunicación de nuestro olvido

Supongo que a muchos comunicadores les pasa lo que a mí: entramos felices a la universidad, pensando en periódicos, cámaras y micrófonos; pero nos damos en las narices con la antropología, la sociología y la sicología, luego de que el colegio nos sembrara la aversión a las ciencias sociales. Al menos a mí me pasó, aunque tuve la fortuna de enamorarme de mi carrera en cuestión de días.

Quienes deciden estudiar comunicación (lo sé porque cada semestre recibo una nueva camada de primíparos en la universidad) por lo general tienen motivos relacionados con los medios masivos de comunicación, la producción audiovisual, su talento para redactar, sus ambiciones poéticas, su don de gentes o inclusive, su aversión a las matemáticas. Pero rara vez se escucha un joven con curiosidad social en el sentido de observar y comprender las maravillosas e intrincadas dinámicas de la comunicación directa.

Y la cosa se pone peor. Luego en el pénsum aparecen las comunicaciones estratégicas, el mercadeo y las tan anheladas cámaras de televisión, asesinas, muchas veces, de la mirada natural y transparente que pueden tener las personas hacia su realidad.

Entonces, sufrimos la metamorfosis: exigimos pulcritud en la redacción y la ortografía, tomas limpias y sin manos temblorosas; expresión oral impecable y factura de concurso. Todo lo anterior es maravilloso, pero nos hace olvidar la comunicación de la vida, la que comenzó todo este rollo en el que estamos: el lenguaje de señas de los sordos, la redacción curiosa de los nombres de los locales del centro, las grabaciones caseras y las jergas callejeras.

Entonces filtramos. Sacamos lo feo, lo que no tiene factura, lo que chilla, lo mañé. Ninguna de esas expresiones tiene derecho a salir en un medio, "ni más faltaba", menos a ser mostrada, salvo en YouTube para burlarnos de ellas en las noches de amigos.

Pero olvidamos que todas esas cosas son manifestaciones de nuestra cultura, y más aún, de los torrentes de sentido que corren por los verdaderos y auténticos canales de comunicación, que no son otra cosa que la expresión de la naturaleza humana.

La asepsia que perseguimos en el lenguaje escrito, gráfico y audiovisual, lava los colores verdaderos de nuestras casas, los sabores de nuestras palabras y los olores de nuestras gentes, y lo peor, limita las memorias que sobre el presente le dejamos al futuro.


Una ventana

Obviamente, con lo anterior no propongo que tiremos por la borda lo aprendido en las escuelas de comunicación, ni que entreguemos al público productos huecos, vacíos y de mala calidad. Pero quiero llamar la atención hacia un hecho: en la actualidad tenemos en Internet un espacio prácticamente virgen en donde las personas pueden empezar a crear y a decir sin las formas que a nosotros, los profesionales, nos dieron las escuelas de comunicación. Y eso no tiene por qué ser malo.

Lo malo, es que los ciudadanos no tengan el criterio para distinguir entre lo que es verdadero y lo que es falso, lo que es superficial y lo que es profundo y le concedan igual importancia a lo banal que a lo fundamental. Es ahí en donde está la tarea, en educar el criterio, mas no en seguir entregando todo "masticado" como lo hicieron los medios masivos de comunicación durante décadas. Por eso el reto es tan grande para quienes somos comunicadores de profesión.

Mucho he leído es cuento de que por culpa de los blogs todo el mundo quiere ser escritor, que por culpa de Flickr todo el mundo quiere ser fotógrafo, etc. Pues bien, he de decir, que prefiero que por culpa de las redes sociales todos se quieran dar a conocer por medio de la expresión, que seguir diciendo que en mi país por culpa de la televisión todas las niñas quieren ser modelos y los niños futbolistas.

Dejemos las redes fluir y tratemos de comprender, que ese "mar de información" del que todo el mundo habla no es un problema, sino una oportunidad de mostrarnos y vernos con autenticidad y de aprendernos y enseñarnos a tener criterio para elegir la información.

Cierro, con el tweet que originó la discusión en Twitter, que a su vez motivó esta reflexión: si un comunicador no entiende el poder de las redes sociales, es porque en el fondo no cree en el poder de la comunicación.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Mirar sin ver y dar sin regalar

Debo decir, para comenzar, que nada de lo que pueda yo escribir, ni las fotos, ni siquiera el video que está circulando con la vista aérea del desastre, va a permitirle conocer la magnitud de la tragedia del derrumbe en Calle Vieja, en el municipio de Bello (Antioquia). Sin embargo, siento la necesidad y la obligación moral de contarlo.


Mirar sin ver

Como escribía en uno de mis primeros artículos en este blog, no me gusta eso que algunos llaman "periodismo urbano" y menos el amarillismo, por eso no les voy a contar del niño de 4 años que se quedó huérfano a causa del derrumbe, ni de los niños damnificados que visitamos el día de las velitas.

No quiero contar eso, porque la razón por la cual debemos hacer nuestros aportes para los damnificados no debe ser la lástima, ni tampoco la caridad. Lo que nos debe tocar el alma en estos días de tragedia, es sobre todo el hecho de saber que los damnificados son personas como nosotros, que con sus más y sus menos son seres humanos con prioridades similares a las nuestras.

A todas las personas que me han preguntado sobre Calle Vieja, les he dicho lo mismo: "hay que ir". Para poder conocer la dimensión real de la situación, hay que ir hasta allá y ver la impresionante cantidad de tierra que sepultó la vida de tantas personas y que a otros los dejó sin nada.

Los medios de comunicación nos muestran una cara superficial de la situación, una mirada que es insuficiente y que busca apelar a nuestros sentimientos para que donemos, pero también para que les demos rating. Por eso nos quedamos con una mirada lastimera de la situación, una mirada que regala paliativos pero que en cuestión de semanas se olvida del tema y pasa la página. Una mirada fugaz que no construye nada en el tiempo y que es la responsable que de que este país no tenga cimientos fuertes, no solo bajo sus casas, sino también de las bases de su sociedad.


Dar sin regalar

Una de las cosas que más me impactó cuando llegué a Calle Vieja, fue ver que la loma y las viviendas del sector son como las de muchos otros sectores de Medellín: una loma no tan empinada, cercana al valle y con muchas casas hechas de ladrillo y concreto. Un barrio como en el que vive usted o como en el que vivo yo.

Nos hemos vuelto indolentes, porque estamos acostumbrados a ver que en Medellín hay casas de tabla y lata que parecen poder caerse en cualquier momento y cuando escuchamos "desastre" frecuentemente pensamos que es lógico que esas cosas pasen cuando las personas viven en esas condiciones.

Pero no, las cosas no podemos verlas así: esta era una loma como cualquier otra y las personas que allí murieron y que lo perdieron todo, son como usted y como yo. Ver eso, me hizo reflexionar muchísimo sobre la forma como vemos a los demás y como pensamos cuando vamos a "donar". Por ejemplo, quienes estaban clasificando la ropa, nos contaban que habían regalado cosas en muy mal estado e incluso ropa interior ¡usada! y yo pensaba ¿a quién creen que le están donando las cosas?

Pues déjeme yo le cuento: esas personas que perdieron todo, son seres humanos que tienen las mismas necesidades que usted. Piense: si usted quiere alimentarse, vestirse y asearse dignamente, ellos también; si usted quiere que sus hijos tengan juguetes y disfruten la infancia, ellos también, y claro, si usted quiere que su mascota se alimente y esté libre de enfermedades, por supuesto que ellos también.

La única cosa que nos diferencia de los damnificados, es que la casa no se nos vino abajo dejándonos solo con lo que teníamos puesto ¿entonces por qué somos tan mediocres para dar?

Yo lo invito a que deje de usar la palabra "caridad" o "donar" y comience a pensar más bien en "regalar" como lo hace con sus iguales. Piense en estas personas como en su familia, sus amigos y recuerde todas las veces que da un regalo fino solo para levantar su estatus. Y dese cuenta, finalmente, que ellos no requieren regalos finos, simplemente regalos dignos.


El tiempo es oro y también se regala

Otra muestra de nuestra indolencia con los damnificados es la forma como la mayoría de las personas "dona": hace una transferencia económica a una cuenta o en el mejor de los casos, lleva alguna donación material a un sitio de acopio.

Si bien ese tipo de aportes son absolutamente necesarios e indispensables, en mi opinión la caridad es una acción muchas veces hipócrita y mediocre, porque sirve para dejarle al donante la tranquilidad de haber dado, pero solo es un paliativo y no le cambia la situación al que recibe. Además, en muchos casos en Colombia, la caridad ha servido para que la gente se acostumbre a que todo se le debe regalar, lo que se ha convertido en uno de los peores cánceres de nuestra sociedad.

Sin embargo, opino que cuando se quiere ayudar a las personas el mejor regalo es el tiempo. Ir al sitio, estar con la gente, conocerla, compartir saberes y hacerle saber que no están solos a pesar del abandono del gobierno; untarse las manos recogiendo escombros, dobla ropa, charlar o jugar con los niños son regalos invaluables.

El tiempo y las acciones concretas en el lugar del desastre, son cosas muy caras para quien las da, porque aunque no se note, el tiempo es lo que más valoramos y con lo que más egoístas somos. Pero de la misma forma el apoyo y el acompañamiento son más valiosos para quien los recibeporque construyen el futuro, mientras las donaciones son paliativos muy necesarios pero que no trascienden el presente inmediato.

A veces somos tan poca cosa, que no creemos tener lo suficiente para regalar algo que valga la pena y nuestra comodidad es tan sumamente importante, que no contribuimos con cosas valiosas que todos tenemos a pesar de las carencias, como nuestro tiempo.


Las redes sociales

Debo agregar que agradezco enormemente a las redes sociales, responsables de que muchas personas hayamos asimilado que los damnificados son iguales a nosotros gracias a los casos de @CamaronDiaz en Calle Vieja y los padres de @JohnRestrepo en Bolombolo.

Es cierto que las redes sociales por sí mismas no hacen nada, es ciertísimo que hay muchas personas que solo las usan para hacer escándalo alrededor de alguna donación que hicieron y también es verdad que otras tantas solo donan por no quedar mal en Internet.

Pero según lo que he visto, son muchas las personas que honestamente se han tocado, porque las redes nos han permitido ver lo sucedido más allá del drama, el escándalo y el amarillismo de los medios de comunicación tradicionales. Tener contacto directo con la tragedia, nos permitió ver más allá de la lástima y comprender esta situación desde la amistad, como iguales.


EPÍLOGO

Si usted se sintió ofendido por este texto, permítame decirle que en cierto modo también es un regaño para mí y fruto de un aprendizaje muy reciente. Así que lo invito a que no ataque y más bien aprovechemos para aprender.

jueves, 23 de septiembre de 2010

La violencia que justifica mi país

Tomar la decisión política y militar de matar a una persona, puede ser legítimo, lo que no es legítimo es celebrar la muerte.

El dolor que las FARC le han causado a Colombia es incalculable. La muerte, el secuestro y el sentimiento de que nuestro propio país no nos pertenece, son cosas enormes que no se pueden cuantificar ni medir de ninguna forma. Eso es claro.

Por eso entiendo, que dar de baja a un cabecilla de las FARC pueda ser una decisión legítima del gobierno, pero no lo concibo desde la venganza "porque se lo merece" sino poniéndolo en una balanza: no hay otra opción porque es la muerte de él, o la de muchos otros colombianos. Pero desde ningún punto de vista y bajo ninguna circunstancia, puedo comprender que un ser humano se alegre de la muerte de otro, amparado en una enorme sed de venganza.

Es cierto que la caída de un líder de esta naturaleza, puede contribuir a evitar otras muertes u otros secuestros y eso, sin lugar a dudas es un alivio para este país. Pero celebrar la muerte de una persona, sea quien sea, solo hace que validemos lo que se supone que repudiamos: el asesinato justificado.


Justificando el odio

Colombia, aunque lo queramos negar, es un país lleno de odio y de muerte, en el que los niños se cuentan en la puerta de las escuelas cómo descuartizaron a una persona a dos cuadras de su casa y ni siquiera les da un escalofrío. Se ha ido perdiendo el respeto a la vida y a la muerte, porque ésta última se ha convertido en parte del paisaje.

Y si la sociedad celebra la muerte de un cabecilla, podría celebrar igualmente la muerte de cualquier persona que cometa una infracción, y así nos vamos yendo por los caminos de la aprobación de la muerte como solución a los problemas.

Yo me declaro profundamente abatida, NO por la muerte de alias El Mono Jojoy, sino por el doloroso sentimiento de saber que mi país ha caído tan bajo, que en este momento el gobierno de turno ve como única salida la violencia. Pero más que eso, por la indolente y morbosa forma en que mis compatriotas celebran la muerte, expresada incluso en medios de comunicación que se hacen llamar imparciales, como Eltiempo.com.


Seguridad VS Paz

Desde el comienzo del gobierno de Álvaro Uribe, Colombia dejó de hablar de paz y comenzó a hablar de seguridad, lo cual lamento profundamente. Lo lamento porque la seguridad es más fácil, pero también más superficial que la paz.

Para obtener la seguridad, se mata al que agrede y lógico, no vuelve a agredir. Pero detrás de ese, hay otros 100 haciendo fila para reemplazarlo en su cargo de agresor, inspirados en la ambición, el odio, la pobreza, la inequidad y la sed de venganza.

En cambio, para obtener la paz, mucho más costosa por cierto, hay que pensar en evitar la acumulación de odios, brindar oportunidades ciertas, educar, culturizar y propiciar el sentido de pertenencia por el Estado y el territorio. Pero en Colombia no tenemos eso.

Entonces, como ya la historia reciente nos lo ha demostrado con creces, pueden matar a los guerrilleros que quieran, pero siempre saldrá otro y otro nuevo, y más aún, se desarrollarán (como ya se está viendo en la actualidad) nuevos grupos y formas de violencia, alimentadas por el mismo odio que hoy, 23 de septiembre, promueven a manos llenas quienes celebran la muerte.

martes, 31 de agosto de 2010

Opciones y decisiones

Hablemos de opciones

Desde muy pequeña vi a mi familia entrar y salir de la universidad, pude asistir al grado de mis padres y de mis tíos y entendí cómo para ellos tener una carrera profesional era una prioridad. No sabía qué era lo que quería estudiar, pero sabía que tenía que pasar por una universidad. Por eso, tal vez, nunca en la vida contemplé otra opción diferente para mi futuro.

Probablemente, para el mundo entero cuando una mujer se gradúa del colegio haya opciones variadas: trabajar, montar un negocio, casarse, tener hijos o... entrar a una universidad. Pero en mi universo personal, yo solo contemplaba una opción y tal vez por eso, me esforcé por ella. De lo contrario, hubiese caído en el vacío y francamente, a estas alturas del paseo sigo pensando que no hubiera sabido qué hacer.


¿Pero a qué voy con eso? Para explicarlo hablemos de decisiones

Durante estos últimos días violentos y difíciles en Medellín, que no se diferencian en mucho de los días violentos y difíciles que siempre ha habido y la prensa no ha mostrado, han salido a la luz pública los problemas de siempre: las bandas emergentes, la gente que no colabora con la policía, la pobreza y la falta de educación. Claro, ante la pobreza y la falta de oportunidades surge la violencia y luego las mamás encubren a sus hijos y las comunidades deciden apoyar a "los suyos" porque "son los suyos así sean malos", literalmente.

Desde hace tiempo ese tipo de rasgos culturales de nuestra sociedad me cuestionan mucho ¿por qué los jóvenes deciden meterse en grupos armados? ¿por qué las comunidades deciden encubrirlos aunque sepan que son un peligro incluso para ellas mismas? ¿por qué las mujeres deciden vivir con hombres que les pegan? ¿por qué las jóvenes asumen como estilo de vida ser madres solteras o esposas de matones? ¿por qué?

Y hace poco llegué a la conclusión de que se trata de una cuestión de opciones. Así como cuando mi entorno me hizo creer que la única opción viable era ser profesional, el entorno de otros le muestra otros caminos mentales. Entendí que las opciones no son los diversos caminos concretos que se pueden tomar en un momento dado, sino esos lugares que en nuestro imaginario creemos que podemos y/o queremos alcanzar.

En palabras más simples, si una niña crece viendo que en su entorno las mujeres tienen como meta única conseguir un esposo que las mantenga y no hay otro estímulo suficientemente poderoso (interior o exterior) que le haga pensar lo contrario, lo más seguro es que finalmente lo termine asumiendo como su propia opción, aunque se le diga que técnicamente puede elegir otros caminos.

Recuerdo que cuando salí del colegio, uno de los compañeros más vagos pasó a la Universidad Nacional, lo cual fue una sorpresa para todos y una dicha para él. Al año siguiente me lo encontré borracho en una calle en la Feria de las Flores y le pregunté por la universidad, a lo que me respondió "me salí porque me di cuenta de que eso no era para mí, eso es para los nerdos". En este caso, él tenía la opción concreta de estudiar en la universidad, pero no tenía la opción mental.


¿Y todo esto para qué?

Esta sociedad cree que "dar opciones" es abrir cupos en el SENA, regalar subsidios u ofrecer créditos para montar microempresas. Pero nunca se ha puesto a pensar que las opciones no se entregan en un papel con el logo de la Alcaldía, sino que se construyen en procesos largos de educación y creación de cultura.

Procesos en los cuales se pueda lograr que haya más confianza en el futuro y en las propias capacidades, en los que todas las personas sientan que hacen parte de la construcción de una sociedad y no que sobreviven a ella. Evidentemente estos procesos son mucho más difíciles, pero son los únicos que le pueden dar un giro a este país que más que de acciones, necesita cambiar primero de actitud.

No pienso que todos tengan que ir a la universidad, pero sí sería muy bonito que los jóvenes de Medellín y de todo Colombia, tuvieran un universo de opciones que les permitiera tomar decisiones diferentes a la violencia o a ser padres de muchos hijos antes de los 20 años. Y que las madres tuvieran más opciones que esconder a los hijos debajo de la cama, hasta que la policía o los vecinos de la loma del frente, vengan y los maten.

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UN EPÍLOGO SENTIDO

La diferencia entre una persona rica y una persona pobre no es la cantidad de dinero que posee, sino la variedad de opciones mentales que le pueden permitir tener una mejor calidad de vida y la capacidad para elegir la mejor.

En mi urbanización hay un portero que vive con un sueldo mínimo, pero que con su esposa rebusca y ahorra. En los años que lo conozco he visto la manera cómo ha criado a sus dos hijos, llenándolos de opciones. Este personaje, un día me habló de que estaba ahorrando para comprarles un computador y agregó: "es que yo no soy pobre, simplemente no tengo plata".

martes, 3 de agosto de 2010

El país que me tocó querer

País de mierda, una frase de cajón que se le sale a alguno porque ganó las elecciones el que no quería(mos), por los falsos positivos, por la gente que se muere en la puerta de los hospitales, por los taxistas, las carreteras, el tráfico y hasta por Jota Mario y Jorge Barón. Después de proferida ésta frase, por lo general viene otro que contesta con"a mi país no me le diga así" o "si hablamos mal de Colombia ¿cómo esperamos que hablen bien de nosotros afuera?", expresiones casi tan comunes como la que inicia la discusión.

Personalmente de un tiempo para acá lo único que se me ocurre cuando escucho semejantes cajonazos*, es emitir un suspiro, probablemente de decepción, pensando en que efectivamente éste país no está como para defenderlo.

Ésta es la parte del texto en la que algún lector frunce el ceño. Pero antes de que termine de pensar en la palabra "apátrida" déjeme le explico porque nuestro país es indefendible, depronto hasta se da cuenta de que el apátrida es usted.

Yo no defiendo a Colombia, porque pienso que ese concepto común que existe de éste país es indefendible. No podemos admitir que somos el país más feliz del mundo mientras millones de personas aquí padecen hambre y frío; ni asegurar que somos pujantes y "echaos pa' elante" en una sociedad gobernada por la corrupción y la cultura del atajo.

Por eso pienso que la manera más adecuada de querer esta patria en este momento de la historia es siendo consciente de que atravesamos por un momento complicado (muy complicado), mas no escondiendo los problemas con zalamería y patrioterismo.


Un concepto acomodado de país

Hablando de frases gastadas, hay otra que reza: aceptar el problema es el primer paso, la cual aplica perfectamente a la mayoría de los padecimientos, incluyendo una crisis de país. Lo que nos impide ver con claridad ese concepto de aceptar el problema aplicado a nosotros es que frecuentemente tenemos un concepto muy conveniente de "país", es decir, que nos asumimos como parte de él en la medida en que ésto nos convenga.

Es así como nos sentimos orgullosos cuando un colombiano gana algún premio internacional o triunfa en algún deporte, como nos limitamos a criticar al Estado por las decisiones políticas que nos afectan o como nos sentimos indignados cuando hablan mal de nosotros en el extranjero. En esta imagen de país, siempre hacemos parte de ese grupo de colombianos cálidos y pujantes que triunfan y rechazamos a esos que nos hacen quedar mal.

Ante esa línea delgada que en nuestro imaginario separa a "ellos" (los colombianos que hacen mal las leyes, los violentos, quienes cometen las infracciones) de "nosotros" (los colombianos 'de bien', los pujantes, los buenos ciudadanos), es muy difícil que alguien asuma esa posición de aceptar que se está enfermo. Pero lamento informarle estimado lector, que ese que "se porta mal" también es legítimamente colombiano y que usted para los demás, también está en ese grupo de "ellos".

Si repasamos el concepto de país (yo personalmente lo hice en Wikipedia), tendremos claro que técnicamente, en ese mismo concepto estamos incluidos todos, desde los que aguantan hambre en esos municipios que no conocemos ni por el nombre, pasando por usted y por mí y hasta el presidente, todos con nuestras respectivas embarradas. Bueno pero ¿para qué insistir en algo tan básico? Precisamente porque a la larga no es tan básico, desde que vivamos lavándonos las manos y jurando y perjurando que vivimos en el paraíso, lo que directamente nos obliga a ignorar que si "algunas" cosas no funcionan es porque todos los colombianos, inclusive usted y yo, tenemos un problema.

Entonces no me venga con que "los buenos somos más" ni con excusas mediocres para las carencias que tenemos. Haga el ejercicio, acepte que usted también tiene un gravísimo problema. Porque los problemas de Colombia son su problema, porque finalmente todo eso termina afectándolo de alguna forma y porque igual que cuando ríe y celebra, cuando éste país llora, usted también es Colombia.


Sobre soluciones

Teniendo claro ya que todos tenemos un problema, el tema de las soluciones aparece mucho más evidente de lo que podría pensarse. Es común que critiquemos a los gobernantes porque toman decisiones que solo le convienen a ellos, pero piense ¿en su pequeña escala usted también toma decisiones que solo le convienen a usted mismo? en la oficina, en la casa, hasta en la cocina y en el baño (claro, también hay que ahorrar agua) ¿usted piensa como ciudadano de un país?

Viéndolo desde esta perspectiva y multiplicándolo por las miles de personas que toman decisiones solo para sí mismos y sus familias, podemos ver claramente que así como los problemas, las soluciones tampoco dependen solo del gobierno, ni de los demás. Todos tenemos un poquito de problema y un poquito de solución en las manos.

Por eso NOS critico, por eso no defiendo a este país en el que yo también estoy, el cual a pesar de las cualidades que tanto resaltamos de su gente, no ha podido salir de la olla en estos 200 años.

Colombia NO es el país en el que me tocó vivir, si me quisiera ir ya hubiera buscado el modo. Colombia es el país que me tocó querer, porque acá nací y crecí y ese vínculo es tan irrompible (para mí) como el de la familia. A la familia uno no la escoge pero aprende a querer lo mejor de ella y luego se despeluca por hacer lo más que pueda para sacarla adelante.

Si a usted solo "le tocó nacer" o "le tocó vivir" en éste rincón del mundo, por favor ignore este post. Pero si como yo, se siente instado a quererlo, sea realista, ayude y no le sume peso a la carga.

Yo por mi parte, me niego a defender esta patria rota, a ignorar sus dolores y a esconder sus defectos, porque la quiero tanto que sería incapaz de seguir adelante a ciegas, ignorando que eso que yo llamo "Colombia" tiene mucha gente que pasa malos ratos por la pobreza, el hambre y la violencia, que son más largos y profundos que los pocos, superfluos y efímeros segundos de felicidad que nos dan los colombianos que triunfan.

Sólo así, viendo los problemas que tenemos y los errores individuales que sumo como ciudadana, puedo hacer algo por solucionarlos. Ahora sí, bien pueda, si quiere puede decirme "apátrida" por no decir que vivimos en el paraíso.


Epílogo

Todas esas cualidades que tiene Colombia, a saber: pujanza, alegría, honestidad, calidez, ganas de trabajar, hermosos paisajes, diversidad cultural y el largo etcétera que usted ya conoce, solo van a servir de algo el día que sean suficientes para salir de la olla. Mientras tanto son accesorios hermosos y herramientas individuales para los que salen adelante solos.

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*Cajonazo: acción o efecto de golpear con un cajón o en su defecto, de proferir una frase de cajón.

miércoles, 28 de julio de 2010

Oda a la libertad laboral

La primera vez que tuve un trabajo tradicional con horario de oficina y todo eso fue a mis 18 años. Mi labor, muy "emocionante" por cierto, consistía en tomar unas listas de una base de datos y transformarlas en párrafos coherentes para un sitio web de destinos turísticos.

La oficina era diminuta y tenía solo un par de ventanas por las cuales a duras penas cabía mi cabeza y yo compartía el espacio con otros cuatro compañeros que rara vez emitían palabra alguna. Sentí enloquecer.

Por lo tanto no duré mucho y a esa corta edad decidí que trabajar en una oficina no era lo mío. A partir de entonces he tenido muy pocas y cortas experiencias en el arte del trabajo de oficina y al final de cada una, me demuestro a mí misma que a pesar de mi juventud, desde el comienzo de mi vida laboral comprendí que ese no era mi mundo.

Todo este preludio viene al cuento, porque hoy terminé mi más reciente experiencia laboral con dichas características, la cual me va a servir para exponer las razones por las cuales para muchas personas como yo, ser independiente no es solo una opción, sino una necesidad.

Primero: potenciar la capacidad creativa

Normalmente ser empleado es sinónimo de hacer lo que otro desea, así que la creatividad se ve limitada a lo que se nos permite hacer en el tiempo (también limitado) designado para nuestras labores. Y ojo, entre más grande sea la empresa y más cuantificables sean sus resultados, más limitados estaremos, porque pocas empresas quieren que un empleado se solle el trabajo en lugar de hacerlo rápido.

Segundo: volver al mundo exterior

La mayoría de las empresas le tienen miedo a los peligros del mundo exterior, pero los seres humanos lo necesitamos para crecer, especialmente cuando el trabajo en una empresa se torna rutinario. Mientras muchas empresas bloquean y prohíben las redes sociales, los periódicos o los canales de videos, muchas personas las necesitamos para seguir aprendiendo, para estar informados, para formarnos una opinión.

Tercero: tiempo y realización personal

Tal vez a lo que más le he temido de esos lapsos de trabajo "estable" es a ese despojo de mí que llega a mi casa cada noche, demasiado cansada como para leer y pensando solo en descansar para poder madrugar al día siguiente. Así, la vida se va convirtiendo poco a poco en una sucesión de semanas iguales cada una a la anterior y lo más común es ver que al final del contrato termina uno en el mismo punto donde comenzó.

Cuarto: la vida personal importa

Yo tengo una fijación con el atardecer. En cada uno de mis trabajos he sufrido cuando la luz amarilla del sol se comienza a tornar anaranjada y la veo entrar por las rendijas de las ventanas, porque pienso que me perdí de un día más de mi vida, encerrada. La familia, los amigos, los libros, las citas médicas e incluso las siestas del medio día, son cosas que sí importan y que hacen parte de la construcción de nuestra vida.

Importante esa frase tan gastada: trabaje para vivir, no viva para trabajar. Trabajar, especialmente para personas jóvenes con ganas de aprender y no tantas responsabilidades, debería ser una experiencia agradable y para el disfrute, y no una tortura para la supervivencia.

Siempre que pienso en trabajar en una empresa, recuerdo que tengo la esperanza de tener muchos años por delante y espero aprovechar los más próximos para aprender y sollármela, de lo contrario, habré pasado mi vida encerrada en una oficina y ahogado mi futuro en un sueldo.


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No quiero con éstos párrafos decir que quien prefiera un trabajo tradicional esté errado, existen ventajas innegables como la estabilidad, el ascenso en una empresa, la construcción de una hoja de vida. Cada quien tiene sus prioridades.

Tampoco considero que todo el mundo tenga que crear una empresa o ser freelance, gracias a las TIC, existen diversas opciones para ser libre y las formas de trabajo son cada vez más versátiles. Lo que sí pienso, es que deberíamos elegir más a conciencia lo que queremos ya que podemos.

En cierta ocasión mi madre me preguntó "¿usted por qué es tan rebelde y no se busca un trabajo como todo el mundo?" Yo respondí: porque tengo la opción de hacerlo, rebelde sería si no quisiera trabajar y estúpida si no aprovechara la oportunidad de alcanzar mi realización personal, teniendo la oportunidad.

domingo, 18 de julio de 2010

De arte y otras cosas de las que no sé

Esta noche, por azares de la vida, fui a dar a un debate en el cual se discutía si el arte debería tener o no, una función social y/o educativa dentro de la sociedad en la cual se enmarca. Aparte de que llegué a la mitad de la disertación, el contacto que he tenido con el arte ha sido exclusivamente como espectadora y de las menos experimentadas.

De hecho, a veces me causa gracia ver cómo algunos interpretan cuadros que para mí son mamarrachos y desbordan en elogios o críticas, según sea el caso, evaluando cosas que desde mi mirada no tienen sentido. Pero el cuento es que aunque no tengan sentido, la mayoría de las veces sí tienen valor y simplemente admiro su belleza, aunque no las comprenda.

Toda la introducción es para explicar que lo que viene a continuación es la posición de una persona que NO sabe de arte, pero que igual, quiere proponer una reflexión.

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¿El arte debe tener una función educativa? No creo.

Precisamente ese misticismo de encontrar hermoso algo que no se comprende, tiene una magia que solo puede provenir de la mano de los artistas. Como bien exponía Pascual Gaviria, uno de los ponentes del debate: el artista es una persona que en su introspección y reflexión más íntima ofrece sus obras al mundo, sin pensar si educan o no.

Eventualmente, si algún artista se siente en la responsabilidad de educar o de invitar a la reflexión para la construcción de un mundo mejor desde su trabajo, me parece maravilloso, pero pienso que eso de asumir roles transformadores no es intrínseco a nada, ni a nadie, sea cual sea su oficio.

Pero si trascendemos ésta reflexión a otros oficios, ninguno de ellos, pienso yo, salvo aquellos que lo llevan en su esencia (como la educación, por ejemplo), tienen en la obligación de comprometer a las personas en un papel activo para la transformación de la sociedad.

Yo estudié Comunicación Social y me siento llamada a participar en el proceso para que las personas que están a mi alrededor puedan vivir en un mejor mundo, lo cual de por sí siento que me queda grande, pero no creo tener la autoridad para afirmar que todos mis colegas tengan esa misma obligación.

Obligación tenemos todos de hacer bien nuestro trabajo, de ser buenos ciudadanos, de cumplir algunas normas básicas de convivencia y de respetar a los demás, lo cual todavía sigue siendo difícil para la mayoría de las personas. Pero pasar de ahí a ocupar papeles de transformación, me parece demasiado exigente e incluso, diría yo, castrante, si pensamos que hay obras y acciones interesantes y valiosas que no nacen del interés por cambiar el mundo.

Más interesante sería que aquellas personas que defienden la obligatoriedad de esos roles, desempeñaran sus loables labores con tal vehemencia y rectitud, que logren inspirar a los demás, en lugar de plantearles la obligación.

miércoles, 14 de julio de 2010

La mujer en la red ¿discriminada o adormilada?

Para hablar del papel de la mujer en la red, es necesario hablar del papel de la mujer en nuestro contexto. Por tal razón, he querido hacer un contraste entre dos producciones diferentes que me he encontrado en televisión. Ambas hacen referencia a la mujer y plantean para mí una interrogante fundamental respecto del rol que tenemos en la sociedad a la que pertenecemos, puesto que presentan a mujeres latinoamericanas en un escenario de logro de metas, cada una a su manera y por ello se prestan para el análisis.

La primera de ellas es "Mujeres con metas", una campaña publicitaria de la marca de cosméticos Ésika, en la cual se presentan mujeres bellas de Latinoamérica que han cumplido sus metas en diferentes áreas como la maternidad, la academia, etc. La protagonista colombiana: Andrea Serna, presentadora de programas de entretenimiento.



La segunda, titulada "Mujer 360" es una serie de microprogramas del canal Home and Health, que presenta la forma en que una mujer se traza metas en el campo laboral, como madre, esposa y en general como mujer. La protagonista colombiana: Libia Estela Gómez, directora de cine.



Traigo estas dos producciones a colación, porque me parece que si bien ambas presentan a la mujer desde un punto de vista de realización personal, se diferencian en que la segunda permite una mirada más integral de los roles que asume una mujer, dejando claro que en la actualidad no estamos obligadas a encasillarnos en uno solo de ellos.

Frencuentemente nos encontramos con que las reivindicaciones feministas se ocupan de insistir que tenemos el derecho a no tener hijos, a no casarnos, etc. Es común escuchar cosas del estilo "no tengas hijos, o permite que alguien más los cuide por tí, concentrate en tu realización personal"¿Pero qué si esa es nuestra realización personal? ¿qué si queremos ser madres, profesionales, amas de casa y al mismo tiempo una bomba sexy?

La visión actual acerca del rol de la mujer, no está dada por un solo papel: no se es solo madre, o esposa, o profesional. La mayoría de las mujeres elegimos varios de estos roles y queremos desempeñarlos todos satisfactoriamente, y el centro del debate debería estar en la posibilidad de abrirnos todas las puertas y no en abrir unas y cerrar otras.

La mujer "multitasking"

Ante esta necesidad sin precedentes, aparece una opción sin precendentes: la red. Herramienta ideal que le permite a una persona ser completamente "multitask" o "multitarea" al estar en dos lugares al mismo tiempo y hacer varias cosas a la vez, como estudiar o trabajar mientras se tiene a un niño sentado en las piernas.

Personalmente, conozco a un par de mujeres en Medellín, que se han aventurado a usar la red como ese "empujoncito" para lograr cumplir con diferentes metas al mismo tiempo. Pero ¿por qué solo un par? ¿Por qué la proporción entre hombres y mujeres en eventos de redes y tecnología sigue siendo tan diferente?

Es curioso, por no decir preocupante, que sean tan pocas las mujeres que aprovechan la red bajo ese enfoque multitarea, que les permita divertirse, construir redes y trabajar para mejorar su calidad de vida, teniendo en cuenta que los hombres, en cambio, tienen ya bastante terreno ganado en éste tema.

No va a ser éste el escenario en el cual se hable de discriminación, que seguramente en algunos casos sí habrá, porque considero que en este medio (la Internet) la mujer tiene la capacidad (y casi que la obligación) de ser suficientemente proactiva como para salir avante de las pretensiones machistas que encuentre en el camino.

Entonces ¿por qué no aprovechar un medio que puede permitirnos desarrollarnos en todos aquellos ámbitos que deseamos? ¿por qué no explorar de una manera más profesional la tecnología? ¿por qué no apropiarla y vincularla a nuestra cotidanidad?

En varios sentidos, se podría asumir que esto se debe a que la nueva herramienta no obliga nuevas dinámicas y aún existen imaginarios arraigados, como que la tecnología es para los hombres, o como que las cualidades propias de las mujeres están enfocadas únicamente en las relaciones sociales, e incluso muchas veces en el aspecto estético, por lo cual esa cualidad de multitarea se pierde en un accionar limitado.

Este es uno de esos casos en los que me parece importante que la mujer, antes de decir "estoy siendo discriminada" piense en qué está dejando de hacer para avanzar en algún ámbito en el cual se siente rezagada. Para salir adelante, lo primero que debemos hacer es mirar objetivamente si son otros quienes nos detienen y si en algunos lugares ya desaparecieron las barreras para nosotroas, y uno de esos lugares abiertos, es precisamente la red.

domingo, 20 de junio de 2010

De diferencias necesarias

Recuerdo la primera vez que en mi vida fui consciente de la política colombiana. Tenía 10 años y en el libro de texto "Renacer 5" leí acerca de los partidos políticos tradicionales colombianos: el Conservador y el Liberal. Recuerdo haber leído en un cuadro comparativo los principios de uno y otro partido y a esa corta edad pensé que no podría ser parte de ninguno de ellos, porque había en cada uno filosofías que me convencían y otras que definitivamente me digustaban.

A pesar de que han aumentado los años y los argumentos, sigo pensando que ninguno de los dos extremos es positivo para regir el rumbo de un país y ahora sé, que ni siquiera al interior de esos, ni de ningún otro partido, las personas se ponen de acuerdo para cada uno de los principios y voluntades políticas con las que salen a gobernar.

Aunque no soy bióloga, una vez leí que los seres que se reproducen de forma asexual, es decir a partir de un solo individuo, corren más riesgo de extinguirse. Esto ocurre porque al no mezclar sus genes, no realizan el proceso de selección natural y en consecuencia no evolucionan, así que tienen menores posibilidades de resistir a un medio hostil. Puede sonarle raro, señor lector, pero opino francamente que lo mismo pasa con la evolución social de un país.

Inevitablemente el que piensa diferente incomoda, porque nos saca de la tranquilidad de la convicción propia y comienza a atacarnos con o sin argumentos obligándonos emprender la búsqueda del argumento propio, de la terqueza o de la violencia, quizás. Sin embargo, solo esa incomodidad nos lleva a evolucionar social, intelectual y políticamente.

Si todos pensáramos igual, lo cual suena absurdo nada más al enunciarlo, estaríamos negados para avanzar hacia nuevos horizontes y amarrados a políticas caducas ¿entonces por qué le tenemos tanto miedo a la oposición?

En cierta medida podemos atribuirle ese desdén por el que piensa diferente, a un Presidente Uribe que se esforzó por enfatizar en que al ser él enemigo de las FARC, todo aquel que estuviera en desacuerdo con él o con sus maneras, era necesariamente amigo de la guerrilla.

Sin embargo, no creo que semejante actitud provenga solamente de tal situación, lo pude comprobar en los noticieros cuando decían "los votantes de X candidato, votarán por X otro en la segunda vuelta" o en Twitter cuando decían "los votantes de X partido solo votan por moda, o porque son ignorantes".

Me parece estar escuchando a un ganadero hablar de cabezas de ganado y me veo en la misión de recordarle, estimado lector, que aunque a veces parezca lo contrario, los ciudadanos no somos reses en el hato de un terrateniente.

A veces pareciera que estamos convencidos de que los seres humanos somos clasificables en categorías y que merecemos ser juzgados según eso. Cuando se pierde de vista que somos diferentes es cuando pierde valor la vida "porque ese es otro" y así se comienzan a perder miles y millones de vidas de "otros" que eran simplemente otra cabeza, otra res sin nombre.

Colombia necesita la oposición argumentada y democrática, como cualquier otra sociedad, para poder avanzar, pero para eso tenemos que dejar de clasificarnos y señalarnos, para aprender a estar en desacuerdo con decencia, como ciudadanos adultos.

Es indispensable que la oposición se construya de forma digna y argumentada, y la misión de quienes ya lo hacen bien también es rechazar a las personas (y grupos) que la ejercen de manera violenta, porque solo bloquean sus oportunidades de ser escuchados. A su vez, tengo la esperanza en que los colombianos que eligieron el próximo presidente no pretendan que "unidad nacional" signifique "unanimidad nacional" y que los colombianos tengamos la capacidad de comprender la diferencia entre esas dos cosas.

Para terminar, quisiera insistir en algo que dije muchas veces durante la temporada de campaña electoral y que ahora me parece aún más importante: los colombianos decentes cuando votamos, coincidimos en un deseo común que es tener por fin un mejor país, lo que nos separa es la idea de cómo sería ese país mejor y los medios para llegar a él. En consecuencia votamos diferente.

Por eso, es necesario que tanto los colombianos que eligieron al próximo presidente, como los que no lo hicimos, entendamos que no necesitamos enfrentarnos por el hecho de estar en desacuerdo. Que tal como hace la naturaleza al juntar genes diferentes en la reproducción para asegurar la evolución, nosotros debemos aprender a tomar lo mejor de cada ciudadano y de cada ideología sin terqueza, pero sobre todo sin violencia, para que ese deseo común de mejorar, pueda ser realidad.

jueves, 29 de abril de 2010

Al votar: dos dedos de frente y mucho corazón

Una de las primeras historias publicadas en este blog, fue la de Paula Ospina, una gran amiga que murió a causa de una explosión en medio de una manifestación de estudiantes contra el TLC, de la cual ella tomaba parte.

Ya han pasado 5 años desde la muerte de Paula y su imagen permanece indeleble dentro de quienes la conocimos. Ella era una mujer inteligente, pero sobre todo sumamente altruista, desafortunadamente estaba muy convencida de que las ideas revolucionarias que le habían vendido, eran la salida para los problemas de Colombia y esa convicción fue la que la llevó a la muerte.

Pero en esta ocasión no hablo de Paula solamente por la enorme pena que me produce recordar lo que le ocurrió, sino porque siento que lecciones como la de ella, deben servirnos a todos los colombianos para reflexionar.

El día siguiente a la explosión que le costó la vida, un gran amigo llegó a un recinto en donde nos encontrábamos todo el grupo de amigos de ese entonces, incluida Ángela* la prima de Paula, diciendo muy a viva voz: "¿vieron lo que le pasó a esas niñas? ¿quién las manda? Se lo merecen, eso les pasa por ponerse de revolucionarias", inmediatamente todos nos apresuramos a sacarlo del lugar y explicarle que una de esas niñas era precisamente Paula.

La actitud de mi amigo se parece a la de muchos colombianos que al ver la muerte de alguna persona en situaciones como ésta siempre piensa "se lo merecía": por guerrillero, por participar en manifestaciones, porque se robó algo, porque era un campesino inocente mal parado (eso dicen algunos de los falsos positivos) o incluso por ser un niño que se coló en el Transmilenio.

Para muchos en este país del Sagrado Corazón que irónicamente a veces carece de corazón, una persona como Paula "se lo buscó", pero hablan sin saber de lo inteligente que era, de lo mucho que le interesaba el bienestar de su país y de lo involucrada que estaba con su causa, aunque estuviera muy equivocada.

Es claro que en este caso se trató de un accidente, a ella nadie la mató, pero tampoco nadie se ocupó de plantearle otras alternativas. Porque en este país, las personas como ella no son orientadas y educadas, sino juzgadas como criminales.

De vez en cuando la recuerdo y se me ocurre pensar, que como politóloga hubiera hecho mucho más por su país, que ofrecer su vida por una causa agonizante, pero a ella nadie la hizo ver eso. En cambio, muchas personas, sin dar la oportunidad de ver en ella a una persona y no a un número, piensan simplemente que se lo merecía.

Lo que nos falta...

El de ella es solo un caso, pero es un espejo siniestro de lo que pasa con miles de personas en Colombia que mueren de forma violenta (intencional o accidentalmente) y ojo: nadie se merece morir así. Eso lo dice la gente con odio, con rabia, con sed de venganza, pero nadie siente el dolor del vacío de una persona hasta que le toca, y lo peor, aunque ya le haya tocado no le importa sino su dolor personal pero no compadece el de otros.

Yo me propuse no escribir en contra de ningún candidato a la presidencia, pero hoy lo hago no con odio, sino como un deber moral, por si el mensaje de este texto le puede llegar al menos a una sola persona.

Alguien que ataca un campamento en el cual hay guerrilleros que han causado tanto dolor a los colombianos, probablemente no merezca ser censurado. Pero alguien que premeditadamente ataca campamentos en otro país, a sabiendas de que allí había también civiles, evidentemente tiene sangre fría y personalmente eso es lo último que quiero en el presidente de mi país.

Una persona así, probablemente no merezca la cárcel ni la extradición, eso lo decidirá la ley. Pero dentro de los ciudadanos debería haber una ética que nos impida regocijarnos en el dolor de otros y asumir con sabiduría estas situaciones. Una cosa es que el país piense que es un alivio no tener que estar supeditados a las acciones de Raúl Reyes, otra cosa es que su muerte sea motivo de dicha y salga su cadáver en todos los periódicos.

Una cosa es que nos alegre cada guerrillero menos ejerciendo la violencia, otra cosa es que aprobemos que se entregue la mano de una PERSONA como prueba de ello. Una cosa, es que el ataque al campamento de las FARC en Ecuador haya sido una brillante estrategia militar, otra cosa es que alguien afirme con orgullo que ordenó esta acción violenta en la que murieron jóvenes que seguramente estaban allí también engañados.

¿Saben por qué? Porque así como la familia de Paula ni siquiera sabía que ella militaba en esos movimientos, usted NO sabe si su hijo, hermano, amigo, primo o cualquier ser querido, está engañado como ella y usted, estimado lector, no querría que estas personas corrieran su misma suerte, sino que el gobierno tuviera la voluntad de entenderlas: castigarlas, educarlas, vincularlas a la sociedad, pero nunca matarlas.

Señores, si tenemos dos dedos de frente, seremos concientes de que si "seguimos avanzando" en el camino que vamos, lo que le ha pasado a otros colombianos, ya sea como falsos positivos o en las filas de grupos ilegales también va a aumentar y probablemente un día nos toque con alguien cercano. Pero eso se puede prevenir.

Y si tenemos más corazón, seremos capaces de entender, que este país necesita otra actitud. Necesita que nos perdonemos y que pensemos en la muerte de las personas que maltratan nuestras familias, nuestra legitimidad como país y nuestra democracia, no como la única, sino como la última opción. Porque ya vimos que bajo una política de la muerte, caen justos e inocentes y si seguimos llevados por la venganza, vamos a terminar matándonos todos entre todos.

*Ángela es la prima de Paula, a quien siempre que hablo del tema le cambio el nombre para protegerla, porque "nunca se sabe".

sábado, 10 de abril de 2010

De cultura ciudadana

Esta mañana recibí un correo masivo de un profesor, a favor de Gustavo Petro y en contra de Antanas Mockus. Quiero compartirles un fragmento que reune el argumento central del correo y mi respuesta a éste, en la que traté de aplicar la consigna de "destruir menos y construir más".

Fragmento:

Yo me pregunto: ¿Hasta cuándo los docentes afiliados a Fecode (Federación Colombiana de Educadores), que nunca votan por los candidatos regionales del PDA (Polo Democrático Alternativo), van a seguir votando de espaldas a los fines y principios esenciales de la política? ¿Será que esta vez ni siquiera van a votar por el candidato del PDA, que en su programa de gobierno, precisamente contiene la recuperación de los derechos mínimos laborales de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), esquilmados durante los gobiernos de Pastrana y Uribe?

El juego de la política, es precisamente analizar en los programas de gobierno, cuál es la persona que encarna nuestros intereses como sector. Está bien que los grandes empresarios favorecidos por las privatizaciones y por las políticas de seguridad plutocrática, nos vendan a Mockus, que nos ofrece más de lo mismo con bellas palabras disfrazadas de intelectualidad, pero otra cosa distinta es que los maestros asalariados nos traguemos ese anzuelo: esos mismos grandes empresarios, son los dueños por acciones y compra de pauta publicitaria de las grandes empresas comercializadoras de noticias, hoy en poder de Prisa y Planeta, caso Espectador, empresas emblemáticas de la reconquista española.


Y ahora, mi respuesta

Me tomo el atrevimiento de continuar con el debate, el cual me parece más que pertinente y necesario.
Discrepo con varios de sus argumentos, pero solo hablaré de uno de ellos, que me parece el más importante de todos, con el fin de no entrar en polémica por cada detalle.

"El juego de la política, es precisamente analizar en los programas de gobierno, cuál es la persona que encarna nuestros intereses como sector" afirma el profesor, palabras textuales. Soy muy contraria a tal argumento, porque opino que la política en un país democrático como se supone que es este, no debe estar enfocada en un solo sector según el gobernante de turno, aunque sea el loable sector de la educación.

Nuestras políticas deben estar orientadas a favorecer de manera general a todos los ciudadanos, pertenezcan al sector al que pertenezcan, con énfasis en las personas menos favorecidas. Pero lo más importante es que todos los colombianos comencemos a asumir una actitud diferente a esa "ley de la selva" que nos ha regido siempre y que nos ha enseñado, de generación en generación, que tenemos que salvar nuestro propio pellejo y que nos importa un pepino lo que pase con el resto del mundo, desde que uno pueda sobrevivir.

Y claro! Es lógico pensar así en un país en donde los pobres cada vez son más y más pobres, y cada ser humano está obligado a pensar en sobrevivir con su familia y no tiene tiempo para pensar en los demás. Pero lo que no hemos aprendido es que la solución a nuestros problemas está precisamente en asumir la corresponsabilidad por lo que pasa en la sociedad.

De eso se trata la "cultura ciudadana", no de aprender a pasar por los puentes peatonales, ni a no pasarse los semáforos en rojo. Tampoco se trata de darle limosna a las personas que piden en las calles, ni de ponerle las cosas en la mano a los más pobres. Se trata de comprender, que hacemos parte de un sistema, que todo lo que hagamos afecta a los demás y que solo necesitamos contribuir con cosas simples, como trabajar honestamente y sin tratar de sacar tajada, cuando somos voluntarios en causas justas, cuando enseñamos con ejemplo a nuestros niños y adultos y en muchas más cosas que la mayoría de la gente de este país no hace.

Yo también soy profesora, de una universidad pública, y me duele en el alma que una profesión tan trascendental en la sociedad sea tan mal paga y tan poco protegida por el Estado. Pero en este momento más que ir a defender nuestros derechos como gremio, me interesa enseñarle a mis estudiantes y a las personas que me rodean, que si cambiamos nuestra actitud, podemos cambiar el país. Y si todo mejora, seguramente nuestras condiciones como docentes también.

Yo voy a votar por Antanas Mockus, no porque crea que es un ser humano o un político carente de defectos, me estaría engañando si pensara eso. Sé que probablemente en algún momento él tomará alguna decisión con la que yo, como individuo, no estaré de acuerdo, pero lo apoyo porque para mí él tiene un valor que nunca otro político ha tenido en Colombia: que cree en la parte buena de nosotros y querer enseñarnos que lo que pase en Colombia no depende solo del gobierno, sino de todos los colombianos, y eso es lo único que puede operar cambios reales, más que el mejor decreto o la mejor ley del mundo.

lunes, 5 de abril de 2010

Ni padre, ni mesías, ni estrella de rock

Este post tiene como objetivo exponer mi primera razón, para decidir apoyar al profesor Antanas Mockus como presidente de Colombia y a la vez invitar a sus seguidores a reflexionar sobre la mejor manera de apoyarlo: basados en los argumentos.

Mi primera razón: un presidente NO es un papá

En Colombia tenemos una cultura democrática muy desafortunada, si es que a eso se le puede llamar cultura. Los colombianos no acostumbran a leer programas de gobierno, votan basados en caras y lemas de campaña, por eso, suelen dejar las decisiones ciegamente en manos del gobernante electo y posteriormente no tienen ni los argumentos, ni el conocimiento de las herramientas para evitar decisiones que los perjudican.

Por eso, votaron por el candidato que prometía "acabar con la guerrilla" aunque ello implicara someterse a situaciones sumamente negativas para el interés público en las áreas salud, agricultura y derechos humanos, entre otras. Los colombianos no están acostumbrados a elegir un presidente, sino un papá, que toma decisiones sin el concurso de los "ignorantes" hijos, quienes no tienen otra opción que someterse.

Sin embargo, el profesor Antanas Mockus, constituye una nueva y muy complicada opción para los colombianos, porque no habla de tomar las mejores decisiones ni de ser el ser humano y/o gobernante perfecto, sino aquella persona que tiene la capacidad y la voluntad para enseñarles a comenzar de una vez por todas a ejercer el papel que por obligación les corresponde: el de ciudadanos.

Por supuesto que esta es una acción bastante complicada, porque para cualquier ser humano es más simple elegir sin leer y luego quejarse, que tomarse el trabajo de entender las propuestas y votar a sabiendas de que va a desempeñar un papel en su cumplimento.

Pero si miramos en detalle, esta opción es, de lejos, la más benéfica aunque sea la más complicada. La única manera de no ser engañados, de llegar a consensos que beneficien a la mayoría y de alcanzar un desarrollo social sustentable, es logrando que la ciudadanía tenga un papel activo en las decisiones y en las acciones, un papel activo, consciente y argumentado que es el que Antanas Mockus propone con esa vaina que a todo el mundo le suena tan raro la "Cultura Ciudadana".

Y la reflexión...

Precisamente la campaña y el accionar de Antanas Mockus ha sido distinto al de los demás políticos, especialmente del actual presidente de Colombia, porque siempre se ha presentado ante la sociedad como un profesor que con su lúdica, a la que otros prefieren llamar "locura", pretende educar a los ciudadanos e invitarlos a hacer parte de la solución.

No se vende como un papá que toma decisiones por sus hijos impotentes y desamparados, tampoco como un mesías que viene a rescatarnos de las garras del terrorismo, ni mucho menos como una brillante estrella de rock. A estas últimas figuras, la gente las ama sin importar sus defectos y las defienden ciegamente de las críticas aunque estas estén bien fundamentadas, pero esa figura NO es la de Antanas, no es esa la que él propone y tampoco la que necesitamos ver nosotros para poder aprender y convertirnos en los autores de nuestro propio cambio.

Así que seamos coherentes, por favor. Si hemos de apoyar a Antanas Mockus, hagámoslo del modo adecuado: leamos sus propuestas, escuchemos los debates y ante todo, argumentemos. No empañemos con fanatismos una campaña que no los ha pedido y que es incompatible con ellos. Todos sabemos que él como candidato tiene sus pros y sus contras y como ser humano sus defectos y cualidades, pero que su potencial como gobernante es más grande que el de cualquier otro, no por sus propias fuerzas, sino porque es el único que se ha dado sinceramente a la tarea de ponernos a trabajar a todos y no endiosarse a sí mismo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cabeza y oídos. Piel y corazón

Las personas de mi país acostumbran a decir que nuestra situación no mejora porque "los políticos se roban la plata", porque "hay mucha inseguridad" o porque "hay mucha ignorancia". Sin embargo otra posibilidad me cayó hoy como un balde de agua fría aunque ya la hubiese considerado: constaté que uno de los más grandes problemas de esta patria boba, es que millones de colombianos actúan guiados la mayoría de las veces por el corazón y la piel, y muy pocas por el oído y la razón.

No escuchan, por eso un argumento pierde automáticamente valor cuando lo expone una persona de ideología opuesta. Si no están de acuerdo con un candidato por su inclinación de izquierda o derecha, o porque alguna vez en su vida protagonizó una situación bochornosa, inmediatamente todo lo que diga o piense pierde valor y los escuchas se convierten en una suerte de Homero Simpson que solo perciben un lejano "bla bla bla" de lo que dice su interlocutor. Por eso se pierden valiosas tesis o graves denuncias, peligrosamente ignoradas a causa del origen de la información.

No reflexionan, votan por el candidato más bonito, o por el que tiene la publicidad más conmovedora aunque las propuestas sean absurdas. Votan por alternativas muy costosas en dinero y en vidas humanas, porque representa la respuesta más simple y más a corto plazo aunque su precio sea altísimo.

En cambio, se dejan llevar por el corazón, por la rabia y el miedo, por la sed de venganza y las noticias amarillistas que conmueven ese espíritu humano solidario que llevamos todos adentro. Un espíritu solidario pero poco razonable, que espera solucionar la pobreza con subsidios, donaciones o limosnas muy piadosas; que espera resolver la violencia con más violencia "porque se lo merecen" y "hay que hacer justicia". Un corazón sin reflexión que no permite ver que al cabo de los meses solo recogemos más y más pobreza y violencia.

Y por la piel, que se les eriza cuando escuchan a Shakira y a Juanes, cuando ven a Ingrid Betancur bajando de un avión en una escena muy bien ambientada por el himno nacional. Se derriten con una imagen de un candidato presidencial acompañado de sus hijos y lloran cuando ve a un personaje famoso o político entre las ruinas de una tragedia. Lo peor del caso, es que cuando no sucumben ni se dejan gobernar por la emotividad natural de todo ser humano, son tildados de frívolos y egoístas.

No votan, porque ya decidieron que todos los políticos son corruptos y que igual nos van a robar ¿entonces para qué votar? Y no se les ocurre que si todos conociéramos nuestro papel en la sociedad, les sería menos fácil robar. Pero no, es más fácil no leer, no entender las noticias (aunque las vean) y luego quejarse.

Por pensar con la piel y no con la cabeza, es que siguen creyendo que los actores violentos (que bien pueden ser guerrilla o paramilitares, todo depende de si el susodicho es de izquierda o derecha) merecen ser asesinados uno a uno y sin piedad al igual que sus víctimas. No se les ocurre que mientras siga habiendo muertes violentas, vengan los muertos de donde vengan, habrá personas con odio y sed de venganza, y por ende más violencia.

Sí, Colombia es el país del Sagrado Corazón, el de Colombia es Pasión, el país en donde no cuestionamos sino que nos dejamos llevar por el sentimiento, por el supuesto enorme corazón que tenemos. Por eso los políticos y los medios nos engañan con un discurso, con la declamación de un poema (increíble, eso aún convence) o con la adecuada musicalización de una escena patética; porque saben que en nosotros pesan más las cosquillitas que se sienten en el estómago, el veloz latido del corazón o la piel estremecida que un argumento sólido y contundente.

Los colombianos aún piensan que el ejército y la policía son héroes y no ven que los héroes podríamos ser cada uno de nosotros porque podríamos ver a través de las cosas si nos pusiéramos en el trabajo de comprenderlas; porque podríamos cambiar el rumbo de los acontecimientos si nos esforzáramos por guiarnos un poco más con la cabeza y menos con el corazón y la piel.

Superponer la conciencia a la emotividad no es tarea fácil, pero no depende exclusivamente de haber pasado por una universidad. Ser conciente, usar la cabeza, no tiene que ver solamente con inteligencia, formación académica o dinero, tiene que ver con la voluntad de entender el mundo, asumir una posición crítica y una responsabilidad propia por las cosas que pasan a nuestro alrededor. Tiene que ver con pensar que no basta con tener la conciencia tranquila por un momento, sino sentirse partícipe de lo que pase con el mundo en un futuro.

Estimado lector, es preferible tener la "conciencia activa" que la "conciencia tranquila" porque tener "un buen corazón" o "un alma piadosa" es una alternativa muy fácil, muy mediocre y si lo piensa bien, muy egoísta: porque usted se irá al cielo, mientras otros colombianos viven en el infierno.

jueves, 11 de marzo de 2010

Fajardo: del castigo pedagógico al abuso de poder

Alguien me escupe, yo lo denuncio y la justicia le da 7 años de cárcel. Es la justicia, quien decide. No fui yo.

Una forma muy simplista la que escogió Sergio Fajardo para resolver un asunto, diría yo, más aún cuando estamos hablando de un candidato presidencial cuya insignia en la alcaldía de Medellín fue la educación y que promueve lo mismo en su candidatura a la presidencia. Una persona que presume de su carrera como maestro pero que ante un suceso de estas características, no admite la educación como una solución.

Un escupitajo, un zapatazo o un vaso de agua, cualquiera de estas expresiones, ya usadas con anterioridad en ámbitos políticos para manifestar desacuerdo, son ofensivas y sin duda alguna, agresivas. Sin embargo, dudo mucho de que sean merecedoras de una condena en la cárcel y dudo aún más de que estas personas no puedan tener otra forma de asumir la responsabilidad por tales actos.

Segio Fajardo, como cualquier otro candidato a la presidencia de Colombia, se enfrentaría como primer mandatario a una situación en la cual un escupitajo es solo una mínima expresión de violencia en medio de otras tantas como el secuestro o las muertes violentas. Y que constituye una pequeñísima muestra de nuestros problemas, en medio de la pobreza, la exclusión, la desigualdad, un sistema de salud inequitativo, el hambre y un largo etcétera.

Sin embargo, el hecho de que sea mínimo no implica que no merezca atención, pero sí exige mucho cuidado en la manera como se guardan las proporciones entre las faltas y los castigos. El castigo, no siempre es pedagógico, especialmente cuando es injusto a todas luces, además, en una cultura como la nuestra, donde priman la violencia y la venganza, los gobernantes están llamados a la conciliación, la responsabilidad y la verdad, por encima de cualquier otro interés, incluso el personal.

La pedagogía se ha convertido en un comodín para este político de blue jean, quien enuncia a cada oportunidad que tiene, que la educación es la clave para sacar adelante a nuestra sociedad. Sin embargo, en esta ocasión ha optado por cobrar todo el precio legal de una ofensa amparándose en el fortalecimiento de la "cultura de la legalidad", sin tener en cuenta que por encima de cualquier ley debe primar el sentido común.

No se necesita ser un matemático ni exalcalde de Medellín, para saber que el castigo por un escupitajo en un evento público no debería equivaler a 7 años de cárcel y que permitir que la legalidad y justicia colombiana lleven a cabo tal castigo, constituye un abuso del poder y de la imagen pública de este candidato, lo cual obliga a pensar: si así funciona este personaje sin un cargo de poder ¿cómo lo haría si lo tuviera?

Cada ciudadano debe ser conciente de sus acciones y responsabilidades, bien lo expresa el candidato en su cuenta oficial de Twitter. Por lo mismo, él debería ser conciente de su propia responsabilidad, teniendo en cuenta que con su "pataleta" puede llegar a borrar de la historia de esta persona siete años de vida, en los cuales con la mismísima educación, podría hacerse de este joven una persona más argumentadora y menos "escupidora".

Es una lástima que este personaje, tan amante de la pedagogía, haya desaprovechado la oportunidad de demostrar la manera de resolver un conflicto con educación, cultura y altura, en lugar de correr como un niño pequeño, a buscar la manera de perjudicar al agresor. Debe ser, que su concepto de educación, se limita a la construcción de grandes bibliotecas sin libros y enormes escuelas con computadores, pero sin una adecuada formación.

Desde mi punto de vista, Sergio Fajardo, antes que perfilarse como un político diferente, demuestra con estas acciones que dentro de él habita un político tradicional, de esos que aprovecha su posición pública para que la justicia lo beneficie. No importa si es necesario ocupar a los funcionarios públicos en asuntos personales, en un país donde la burocracia retarda todos los procesos importantes.

lunes, 8 de marzo de 2010

Diferencias necesarias

Cuando estaba en tercero de primaria un niño llamado Álvaro, metía flores a escondidas en mi lonchera, para que yo las encontrara en la hora del recreo. Como buena niña de 7 años de mi época, me avergonzaba mucho esa situación, así que le pegaba golpecitos en el hombro y le pedía que no me molestara. Pero debo reconocer que en el fondo el detalle me alegraba.

A la fecha, sigo sintiendo la misma alegría infantil al recibir flores, chocolatinas o lo que sea. Aunque debo aclarar que ya no le doy golpes a las personas que tienen la gentileza de regalármelas.

Tal vez por esa alegría es que me gusta tanto el día de la mujer. Una fecha simple que se debate entre la lucha feminista por la igualdad, el descrédito que tienen las fechas comerciales, los actos cívicos de colegio, las frases cliché estilo "los 365 días del año son día de la mujer" y las canciones empalagosas de Ricardo Arjona.

Un día que se vuelve vacío si nos resignamos a insistir en que somos iguales a los hombres cuando lo importante es que somos absolutamente diferentes y que nuestra autonomía no deriva de nuestra capacidad de parecernos a los ellos, sino de tomar las decisiones que más nos satisfagan, aunque no sea lo que el mundo contemporáneo espera de nosotras.

Da lo mismo si somos madres, amas de casa, cocineras, médicas, ingenieras, profesoras o solo experimentadoras de la vida, siempre que seamos felices. Porque lo más seguro es que seamos tan ambiciosas que terminemos tomando dos o más de esos roles y andando patas arriba, sin un minuto para respirar pero incapaces de dejar de lado alguno de ellos.

Las mujeres no somos bichos, raros para que sigamos discutiendo diariamente sobre qué papel debemos jugar en el mundo cuando ya tenemos un papel que con esfuerzo hemos construido por siglos, en una sociedad en el que cada vez tenemos más espacios tomados por nosotras mismas y en el que nuestras humillaciones cada vez están menos dadas por nuestra sumisión y más por nuestras malas o ignorantes decisiones.

Las adolescentes de hoy en día en occidente no se casan o tienen hijos porque las obligan, sino porque su falta de perspectivas les impiden elegir otra cosa. Así las cosas, no necesitamos pelear más que contra nosotras mismas, para ganarnos los lugares que queremos, contra nuestra pereza e incluso con esa excesiva vanidad que le impide a muchas mujeres ser inteligentes, porque piensan que pueden obtener lo que quieren solo con ser bonitas.

Por tales razones, pienso que como personas el esfuerzo que nos debe comprometer, es el mismo que a cualquier ser humano: el de ser mejor por uno mismo y por quienes nos rodean. Y como mujeres, elegir de forma autónoma el papel que queremos desempeñar, sin permitir que el mundo nos venda una idea de lo que debemos ser, entendiendo que lo que nos separa de los hombres, son diferencias necesarias.

Por eso, me relajo y disfruto. Que me den flores, chocolatinas, libros, besos, abrazos y es más, hasta frases clichesudas recibo para que vean la buena voluntad que le tengo a este día que no me recuerda nada, ni me pone a reflexionar más de lo que reflexiono todos los días, pero que me hace sentir feliz como una niña de 7 años a quien le ponen flores en la lonchera.

sábado, 13 de febrero de 2010

Hueco entre el sofá y el televisor

Desde mis épocas de estudiante universitaria me he acostumbrado a escuchar críticas a la televisión, que si las novelas, que si la violencia y que si los "jóvenes de ahora" son "así" por culpa de lo que ven. No entraré a discutir sobre eso, primero porque es muy complejo y segundo, porque no es el enfoque que me interesa hoy.

Hablaré desde otro punto de vista de la televisión, de las cosas "positivas" que los medios cubren con lujo de detalle y hasta repetición, pero que nos encanta ver y no nos las perdemos ni por equivocación. Esas cosas que a pesar de ser "buenas noticias" no le han servido de nada a nuestros ciudadanos y no por culpa de el gobierno ni de los medios de comunicación, a los que ya es costumbre echarles la culpa de todo.

El caso Rentería

Recuerdo con claridad la época de mayor fama de Édgar Rentería, jugador colombiano de béisbol, un deporte que en mi país sólo hace parte de las costumbres de algunas poblaciones de la costa caribe, pero que en otras ciudades es muy poco popular.

Cuando este personaje comenzó con su brillante carrera deportiva en el exterior, todos los colombianos se convirtieron en fanáticos del barranquillero y por ende del béisbol. Comenzaron a entender el juego, sus reglas y estrategias y hasta los niños en diciembre le pidieron bates y pelotas al Niño Dios.

Sin embargo, pasados los años ya pocos se acuerdan de Rentería, uno de esos colombianos que según las frases ya manoseadas de los noticieros y de la gente por la calle "sacó la cara por el país" o "demostró que en Colombia no todo es droga y guerrilla". Él ya no hace parte de las conversaciones cotidianas de la gente, es más pregúntese usted, señor lector ¿qué sabe de la vida actual de Édgar Rentería?

Pero hoy no es mi intención defender la memoria de uno de tantos colombianos pasados de moda, ni criticar la agenda exclusivamente coyuntural de los medios de comunicación. Lo que quiero es que usted y yo nos preguntemos ¿han dejado en nosotros alguna impronta valiosa esos "colombianos destacados"?

Me adelanto a responder, la respuesta es no.

El mensaje que estas personas nos pueden dar se pierde y la inspiración que pueden representar para los colombianos se asume mediocremente. Niños, jóvenes y mayores de repente se ven motivados a convertirse en cantantes, deportistas, automovilistas, actores, etcétera, etcétera, etcétera. Pero no se les ocurre la brillante idea de tomar esta inspiración para ser mejores en lo que hacen diariamente, y por el contrario siguen perdiendo el tiempo pegados del televisor, viendo como otros triunfan.

Eso es lo único que hemos aprendido de las personas que se han esforzado por ser las mejores, algunas de ellas incluso con la fortaleza y digámoslo, también la suerte para salir de la miseria y la inequidad propias de este país.

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Es gracioso. Cuando son cosas negativas las que presentan en televisión, se dice que los jóvenes las aprenden y además las interiorizan. Cuando son cosas positivas ¿la ecuación funciona al revés? No, personalmente opino que no, lo que nos falta es análisis y un poquitico más de trascendencia para cada cosa que vemos en la cajita mágica, comportarnos como seres humanos, seres pensantes y no como un hueco entre el sofá y el televisor.

lunes, 8 de febrero de 2010

Insensatez

Hace una semana escribía maravillada sobre La esquina del movimiento, montaje dirigido por Róbinson Posada que se presenta por estos días en la ciudad de Medellín y hablaba de la manera tan digna y poética como presentan las problemáticas sociales que esta ciudad ha padecido durante varias décadas. Tal vez por este contraste, esta semana sentí tristeza al encontrarme con el lanzamiento de una nueva versión de "Rosario tijeras" en el canal RCN, que ya nos tiene acostumbrados a sus versiones morbosas de nuestra realidad.

Sin embargo, lo más ofensivo para mí no fue la novela de por sí, sino ver cómo dentro de la dinámica de lanzamiento la presentadora de farándula Cristina Hurtado, que para más señas también es paisa, presentaba desde el barrio Manrique a los protagonistas de dicha producción, en medio de un remolino de curiosos de la misma comunidad.

Si bien es cierto que la historia de Rosario Tijeras requiere una locación como este barrio para ser lo más fiel que se pueda a la realidad y que los habitantes de Medellín ya estamos acostumbrados a que se divulgue este tipo de imágenes de esta ciudad, me resulta absolutamente ofensivo e irrespetuoso que se realice tal revuelo a un lanzamiento de esta clase en una comunidad que no solo no se ha sanado de las heridas del conflicto, sino que justo en este momento lo padece tal vez con el mismo dolor que hace unos años.

Queda demostrado para mí que RCN no es sólo un canal irresponsable con los productos televisivos que ofrece, sino que además ignora el dolor de una realidad que desafortunadamente no podemos decir que hace parte del pasado.

Y con todo y lo que me duele semejante falta de respeto por el dolor de una ciudad y más que eso, de una comunidad, me duele más saber que las mismas personas que por las noches escuchan las ráfagas de bala que retumban a pocos metros de sus casas, estarán fielmente conectados a esta telenovela que no les aporta en lo absoluto, pero que sí ayuda a perpetuar ese morbo que desgraciadamente, es morbo de nuestro propio dolor.

Bien reza el slogan de este irresponsable canal "Nuestra tele" y con lástima tengo que reconocer que parece que esa sí es "la tele" de los habitantes de este país sin memoria, sin tripas y sin corazón.

jueves, 4 de febrero de 2010

La esquina del movimiento: salsa agridulce

No me gusta el teatro basado en recrear las costumbres y lenguajes de algún grupo social (¿costumbrista?), porque me parece que ese hablado de chico de barrio popular o de arriero paisa lo puede imitar cualquiera, hasta yo, que soy de Bogotá. Además, por lo general estas obras se bastan con el humor estruendoso de estos acentos que recrean, sin tener un argumento sólido de base.

Tal vez por eso iba un poco prevenida a la función de "El parcero del popular Nro. 8, en la Esquina del Movimiento" y como lo suponía, comenzó así: un grupo de muchachos recreando las vestimentas y el hablado típico de los chirretes (como se llamaba a muchachos de los barrios populares de Medellín en los ochenta). Sin embargo, este montaje fue más allá, muchísimo más allá.

Conjugando luces y escenografía, con la representación del grupo de jóvenes y las intervenciones de El Parcero como narrador central, se desenvolvía una historia absolutamente diferente a la sicaresca a la que nos tienen acostumbrados los poco creativos directores que han narrado la violencia de Medellín. Combinando elementos fundamentales de un barrio popular, como la religión, el fútbol, la droga, la música, la violencia, la vida y la muerte, este montaje cuenta una historia igual a todas, pero parecida a ninguna.

Es un cuento de muchos barrios de Medellín, de su pobreza y de su unidad. Un cuento en el que un grupo de muchachos decide montar una banda, pero no de ladrones ni de sicarios, sino de música y cual otra mejor, sino la salsa.

Es un poema sobre Medellín, el poema más hermoso que he escuchado, porque es el primero que no miente sobre las falencias de esta ciudad, sino que a la vez que narra nuestros males más tristes, nos demuestra que estamos en una ciudad maravillosa y muy humana que aún tiene esperanza, pero no la esperanza que venden los políticos a cambio de un plato de sancocho, sino la que habita en cada uno de los medellinenses aunque no sepan que en ellos están las soluciones.

Este montaje es además una fiesta, en el momento en que llegó a su clímax y yo sentí que se me empezaban a llenar los ojos de lágrimas de emoción, pensé "solo falta que la gente se pare a bailar" y bueno... eso fue, con exactitud, lo que sucedió.

Sólo me queda invitar a la gente que está en Medellín a que vaya a ver esta obra, que como su mismo director Róbinson Posada reconoce "no tiene pretensiones actorales ni musicales" pero que francamente estremece el corazón.

domingo, 31 de enero de 2010

Desacredítese

No me gusta sacar créditos. Por lo general cuando me antojo de alguna cosa hago el proceso a la antigua: me abstengo de algunos gastos, trabajo duro y luego termino comprándome lo que deseo, pero nunca he sacado un crédito en un banco o almacén, ni nada que se le parezca.

Tal vez por eso me sorprende encontrarme con frecuencia personas que sacan a crédito un vestido, una camiseta, un par de tenis o incluso hasta una botella de algún licor. Objetos que rara vez son de primera necesidad y que con unos cuantos meses de ahorro podrían adquirir, en lugar de echarse encima una deuda.

En Medellín esta modalidad de crédito para objetos pequeños es bastante convencional y muchas personas tienen la costumbre de endeudarse para pagar sumas irrisorias con la cédula de ciudadanía como único requisito, para después quedarse colgados en las cuotas y perder la posibilidad de adquirir préstamos significativos para artículos significativos, como electrodomésticos, un computador o un automóvil.

Mucha gente en esta ciudad, ha adquirido la costumbre de hacerse a objetos con absoluta facilidad puesto que con esa facilidad se otorgan los créditos. No soy economista e ignoro influencia del crédito en el PIB, pero desde mi punto de vista es muy delicado que dentro de una cultura se vaya introyectando el concepto de "comprar sin dinero" más aún cuando son muchos los jóvenes que aún sin empezar su vida laboral, obtienen créditos para cosas que no son indispensables.

Comprar sin dinero es un ejercicio que elimina del todo el esfuerzo por adquirir lo que se desea y borra la magia de la alcancía en forma de marranito que le incorporaba un valor especial a las cosas que se tenían, convirtiendo los objetos en desechables que pueden ser reemplazados por otros rápidamente gracias a otro pequeño crédito.

Es una suerte de juego peligroso en el cual, a la larga, termina diuyéndose el valor del trabajo, el esfuerzo y hasta el honor propio, a cambio de objetos mínimos que en cuestión de meses, o a veces incluso horas en el caso de los licores, estarán fuera de uso. Es una estrategia en la cual está planteada como objeto principal la adquisición de mercancía, más allá de la necesidad o el poder adquisitivo de las personas.

Los créditos, una modalidad útil para obtener de manera inmediata objetos grandes que solo podríamos tener al cabo de años, se han convertido en una enfermedad cuyos síntomas se expresan en la compra de pequeñeces y en la pérdida del buen nombre, desdibujando el valor del trabajo y poniendo por encima de cualquier otro, el valor de las adquisiciones que consigue una persona sin importar como lo haga.

jueves, 28 de enero de 2010

Más allá del dolor

Una vez en mi vida estuve en una corrida de toros, pero tengo que hacer la salvedad de que no fue voluntaria mi asistencia a tal evento: estaba en las ferias de un pueblo boyacense, Floresta, en donde no conocía más que al médico del pueblo que era mi tío y quien estaría en la corrida, así que tuve que entrar.

Tengo que reconocer que me divertí muchísimo, porque antes y después de la corrida hubo espectáculo de música norteña y ranchera, algo que nunca en mi vida había visto y me fascinó ver cómo funcionaba esta especie de "concierto" a plena luz del día. Me detenía a mirar el rostro de las personas que desde el otro lado de la pequeña plaza de toros de madera que amenazaba a cada segundo con caerse, hacían gestos mientras cantaban a todo pulmón "qué de raro tiene, que me haya perdido, por una mujeeeer".

Pero hasta ahí. En el momento de la corrida tuve que pasar casi todo el tiempo con la cara cubierta con mis manos para evitar ver cómo lastimaban a los toros, una y otra vez. En varias ocasiones hacía preguntas a mi tío al respecto de tal espectáculo, las cuales hacían que me aterrara cada vez más.

Sin embargo, cuando salí de allí lo que más aterrada me dejó, no fue precisamente que maltrataran de tal forma un animal, sino la ferocidad con la cual las personas animaban al torero para que continuara con la faena. Se sentía cómo la multitud disfrutaba de ver sufrir al toro y cómo ante sus demostraciones de dolor y rabia, como siente dolor y rabia cualquier animal, animaban más al torero para que continuara.

Hoy ví un video en el cual un personaje comienza a describir de qué modo va a torturar un gato que tiene en sus brazos, de la misma manera que si fuera un toro en una corrida. Personalmente, se me retuerce el corazón de pensar que eso se lo hagan a un gato, perro, toro, loro o como se llame el animal. Dentro de mi lógica ellos son seres vivos y listo.

Bajo la misma lógica, funciona la campaña "Ponte en la piel del toro" que va aún más allá que el susodicho video. En esta campaña, las personas se ponen en el lugar del toro llenándose de sangre ficticia y banderillas haciendo alusión a la tortura que reciben estos animales en la llamada "Fiesta" Brava.

Dichas manifestaciones, en una persona como yo surten efecto y uno siempre se queda al menos pensando en dichos maltratos. Sin embargo, creo que el problema va más allá del dolor que se le infringe al toro.

Para ser honestos, hay que reconocer que en la naturaleza del ser humano está comer carne, el vegetarianismo puede ser una opción, pero no deja de ser viable más que para un pequeño porcentaje de la población mundial. En últimas, como cualquier animal de la selva, el ser humano debe matar para poder comer, pero solo para eso.

Sin embargo, en este caso (que es uno de muchos) la matanza del animal no se hace con fines de supervivencia, sino de diversión. El toro me recuerda un niño colegial, el típico que es el más pequeño del grupo y a quien los demás le hacen bromas porque les gusta burlarse de él, verlo llorar o hacer pataleta ante su impotencia frente a alguien que físicamente es superior. La diferencia es que a un niño de estos, rara vez lo lastiman y jamás lo matan.

En cambio al toro, sí. Se burlan de él, de su dolor, animan al torero a que le dé más vueltas, lo confunda, lo lastime más, como a un niño que no puede defenderse. No es una disputa de igual a igual y en medio de la inequidad del juego, el público enardecido ovaciona al más seguro ganador y grita a cada asalto como si asistiera a un partido de fútbol o si viera en concierto a su estrella favorita.

Estamos en un país dividido por mil motivos, cansado de violencia y de secuestros, de muertes en los barrios y de cientos de injusticias causadas nada más que por la mezquindad del hombre, pero a pesar de eso, parece que no hubiéramos aprendido cuando aparece esta gente que promueve que el ser humano se burle amplia y públicamente del sufrimiento de otro ser.

Y no tiene que ver esto con el discurso animalista de "respeto a todas las especies por igual", el meollo de este asunto no se encuentra del lado del toro, sino del lado del ser humano y de las acciones mezquinas que logran brotar de esta especie. Si son capaces de humillar y disfrutar de tal modo de la tortura de un animal ¿por qué nos extraña que puedan hacer lo mismo con otros seres humanos?