miércoles, 9 de septiembre de 2009

Información y decisiones

Esta mañana un querido amigo me comentaba que le acaban de diagnosticar una enfermedad que provoca que su corazón palpite más despacio. Pensé, ahora tendrá que cuidarse más, hacer ejercicio y dejar algunas comidas. Sin embargo, en ningún momento por el hecho de haberse enfermado se me ocurrió desvirtuar sus cualidades como profesional, como persona y como amigo. Sería ridículo.

Además, si las personas dejáramos de quererlo a causa de su enfermedad, él se tendría que ver en la penosa obligación de ocultarla y tal vez de posponer su tratamiento para que nadie sospechase qué le ocurre.

Usted podrá preguntarse entonces, cuál es la necesidad de plantear semejante posibilidad. Pues bien, esa actitud de esconder la enfermedad por temor al rechazo, con todo lo ridícula que parece, es la que muchos medellinenses aplican con su ciudad.

Sí señores, al igual que mi amigo Medellín está enferma, enferma de contaminación, de pobreza y de violencia, y tristemente el estado de la enfermedad es bastante avanzado. Sin embargo, al igual que él, esta ciudad no ha perdido sus cualidades: sigue siendo linda, cálida y agradable tanto para propios como para extraños.

La pregunta que aquí cabe entonces es: si somos concientes de eso ¿qué necesidad tenemos de ocultar esa enfermedad?

Muchos medellinenses asumen una actitud un tanto peligrosa, al estimar que es mejor ocultar las enfermedades para que la gente no rechace esta ciudad, ni a sus gobernantes. Lo grave, es que la información que se oculta sobre su estado de salud es necesaria para que las personas puedan asumir actitudes y tomar decisiones en coherencia con ellas.

Si las personas ignoran que hay violencia, contaminación y pobreza, no pueden movilizarse, no pueden actuar ni decidir de forma coherente por la ciudad que quieren. Es como si mi amigo no tratase su enfermedad por no reconocer que está enfermo.

Desafortunadamente, los entes que tienen la tarea fundamental de brindar esa información están empeñados en que la enfermedad nos desvirtúa y por eso la esconden. Los medios y la Alcaldía no lo muestran todo, y las personas que más fuertemente padecen los síntomas, sencillamente no tienen voz, ni siquiera en estos medios digitales que son más libres, pero inasequibles para muchos.

Como decía esta mañana @elreticente en su blog, en Medellín hay muertos todos los días y es una realidad que no podemos tapar con un dedo, pero que si reconocemos probablemente podamos reflexionar e incluso comenzar a proponer soluciones coherentes.

La verdad se necesita, para construir colectivamente, para tomar decisiones correctas, para poder empezar a actuar. Hay muchas personas que no queremos hablar mal de Medellín, sino que reconocemos que está enferma y necesita que todos le ayudemos. Señores, como dice una popular y manoseada frase: el primer paso es admitir que se tiene un problema.