jueves, 23 de septiembre de 2010

La violencia que justifica mi país

Tomar la decisión política y militar de matar a una persona, puede ser legítimo, lo que no es legítimo es celebrar la muerte.

El dolor que las FARC le han causado a Colombia es incalculable. La muerte, el secuestro y el sentimiento de que nuestro propio país no nos pertenece, son cosas enormes que no se pueden cuantificar ni medir de ninguna forma. Eso es claro.

Por eso entiendo, que dar de baja a un cabecilla de las FARC pueda ser una decisión legítima del gobierno, pero no lo concibo desde la venganza "porque se lo merece" sino poniéndolo en una balanza: no hay otra opción porque es la muerte de él, o la de muchos otros colombianos. Pero desde ningún punto de vista y bajo ninguna circunstancia, puedo comprender que un ser humano se alegre de la muerte de otro, amparado en una enorme sed de venganza.

Es cierto que la caída de un líder de esta naturaleza, puede contribuir a evitar otras muertes u otros secuestros y eso, sin lugar a dudas es un alivio para este país. Pero celebrar la muerte de una persona, sea quien sea, solo hace que validemos lo que se supone que repudiamos: el asesinato justificado.


Justificando el odio

Colombia, aunque lo queramos negar, es un país lleno de odio y de muerte, en el que los niños se cuentan en la puerta de las escuelas cómo descuartizaron a una persona a dos cuadras de su casa y ni siquiera les da un escalofrío. Se ha ido perdiendo el respeto a la vida y a la muerte, porque ésta última se ha convertido en parte del paisaje.

Y si la sociedad celebra la muerte de un cabecilla, podría celebrar igualmente la muerte de cualquier persona que cometa una infracción, y así nos vamos yendo por los caminos de la aprobación de la muerte como solución a los problemas.

Yo me declaro profundamente abatida, NO por la muerte de alias El Mono Jojoy, sino por el doloroso sentimiento de saber que mi país ha caído tan bajo, que en este momento el gobierno de turno ve como única salida la violencia. Pero más que eso, por la indolente y morbosa forma en que mis compatriotas celebran la muerte, expresada incluso en medios de comunicación que se hacen llamar imparciales, como Eltiempo.com.


Seguridad VS Paz

Desde el comienzo del gobierno de Álvaro Uribe, Colombia dejó de hablar de paz y comenzó a hablar de seguridad, lo cual lamento profundamente. Lo lamento porque la seguridad es más fácil, pero también más superficial que la paz.

Para obtener la seguridad, se mata al que agrede y lógico, no vuelve a agredir. Pero detrás de ese, hay otros 100 haciendo fila para reemplazarlo en su cargo de agresor, inspirados en la ambición, el odio, la pobreza, la inequidad y la sed de venganza.

En cambio, para obtener la paz, mucho más costosa por cierto, hay que pensar en evitar la acumulación de odios, brindar oportunidades ciertas, educar, culturizar y propiciar el sentido de pertenencia por el Estado y el territorio. Pero en Colombia no tenemos eso.

Entonces, como ya la historia reciente nos lo ha demostrado con creces, pueden matar a los guerrilleros que quieran, pero siempre saldrá otro y otro nuevo, y más aún, se desarrollarán (como ya se está viendo en la actualidad) nuevos grupos y formas de violencia, alimentadas por el mismo odio que hoy, 23 de septiembre, promueven a manos llenas quienes celebran la muerte.