La oficina era diminuta y tenía solo un par de ventanas por las cuales a duras penas cabía mi cabeza y yo compartía el espacio con otros cuatro compañeros que rara vez emitían palabra alguna. Sentí enloquecer.
Por lo tanto no duré mucho y a esa corta edad decidí que trabajar en una oficina no era lo mío. A partir de entonces he tenido muy pocas y cortas experiencias en el arte del trabajo de oficina y al final de cada una, me demuestro a mí misma que a pesar de mi juventud, desde el comienzo de mi vida laboral comprendí que ese no era mi mundo.
Todo este preludio viene al cuento, porque hoy terminé mi más reciente experiencia laboral con dichas características, la cual me va a servir para exponer las razones por las cuales para muchas personas como yo, ser independiente no es solo una opción, sino una necesidad.
Primero: potenciar la capacidad creativa
Normalmente ser empleado es sinónimo de hacer lo que otro desea, así que la creatividad se ve limitada a lo que se nos permite hacer en el tiempo (también limitado) designado para nuestras labores. Y ojo, entre más grande sea la empresa y más cuantificables sean sus resultados, más limitados estaremos, porque pocas empresas quieren que un empleado se solle el trabajo en lugar de hacerlo rápido.
Segundo: volver al mundo exterior
La mayoría de las empresas le tienen miedo a los peligros del mundo exterior, pero los seres humanos lo necesitamos para crecer, especialmente cuando el trabajo en una empresa se torna rutinario. Mientras muchas empresas bloquean y prohíben las redes sociales, los periódicos o los canales de videos, muchas personas las necesitamos para seguir aprendiendo, para estar informados, para formarnos una opinión.
Tercero: tiempo y realización personal
Tal vez a lo que más le he temido de esos lapsos de trabajo "estable" es a ese despojo de mí que llega a mi casa cada noche, demasiado cansada como para leer y pensando solo en descansar para poder madrugar al día siguiente. Así, la vida se va convirtiendo poco a poco en una sucesión de semanas iguales cada una a la anterior y lo más común es ver que al final del contrato termina uno en el mismo punto donde comenzó.
Cuarto: la vida personal importa
Yo tengo una fijación con el atardecer. En cada uno de mis trabajos he sufrido cuando la luz amarilla del sol se comienza a tornar anaranjada y la veo entrar por las rendijas de las ventanas, porque pienso que me perdí de un día más de mi vida, encerrada. La familia, los amigos, los libros, las citas médicas e incluso las siestas del medio día, son cosas que sí importan y que hacen parte de la construcción de nuestra vida.
Importante esa frase tan gastada: trabaje para vivir, no viva para trabajar. Trabajar, especialmente para personas jóvenes con ganas de aprender y no tantas responsabilidades, debería ser una experiencia agradable y para el disfrute, y no una tortura para la supervivencia.
Siempre que pienso en trabajar en una empresa, recuerdo que tengo la esperanza de tener muchos años por delante y espero aprovechar los más próximos para aprender y sollármela, de lo contrario, habré pasado mi vida encerrada en una oficina y ahogado mi futuro en un sueldo.
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No quiero con éstos párrafos decir que quien prefiera un trabajo tradicional esté errado, existen ventajas innegables como la estabilidad, el ascenso en una empresa, la construcción de una hoja de vida. Cada quien tiene sus prioridades.
Tampoco considero que todo el mundo tenga que crear una empresa o ser freelance, gracias a las TIC, existen diversas opciones para ser libre y las formas de trabajo son cada vez más versátiles. Lo que sí pienso, es que deberíamos elegir más a conciencia lo que queremos ya que podemos.
En cierta ocasión mi madre me preguntó "¿usted por qué es tan rebelde y no se busca un trabajo como todo el mundo?" Yo respondí: porque tengo la opción de hacerlo, rebelde sería si no quisiera trabajar y estúpida si no aprovechara la oportunidad de alcanzar mi realización personal, teniendo la oportunidad.