Cualquier día llegó a mi casa una funcionaria de la Alcaldía en compañía de Ángel María, un personaje de bigote gris poblado, de apariencia muy humilde, pero en suma un bonachón y sencillo señor. Venían a informarme que él pasaría dos veces a la semana en la mañana a recoger el reciclaje de la casa, para separarlo organizadamente.
Si bien no supe de nadie más a quien le recogieran el reciclaje en la puerta, tengo que decir que don Ángel María venía siempre con su uniforme verde impecable y se comportaba como todo un caballero.
Curiosamente, aunque nunca había sido juiciosa para organizar el reciclaje a partir de la visita de este señor empecé a hacerlo con mucho esmero: lavaba las bolsas plásticas, los tarros, las latas y las empacaba aparte, al punto de tener más reciclaje que basura.
Aunque sí me pregunté por el destino de los recicladores que siempre veía por el barrio, pensé que la de Ángel María era una buena labor, además en su apariencia y la de su esposa, quien le colaboraba afuera separando la basura, se veía la humildad. Al fin de cuentas: una oportunidad de trabajo organizada, legal y enfocada hacia personas que la necesitaban.
Además, me pareció bastante efectivo que el hecho de que una persona fuera hasta la puerta de mi casa por los materiales reutilizables, me motivara a separarlos y organizarlos. Era como una especie de mezcla entre la vergüenza por que alguien se diera cuenta de mi irresponsabilidad con el planeta y un esfuerzo por la dignidad de alguien que trabaja escarbando entre mi desordenada basura.
¡Es la solución para motivar a la gente a que recicle! pensé.
Sin embargo, seguí viendo por ahí a los recicladores de siempre, lo que me hace pensar que la Alcaldía no se molestó en organizar a estas personas, sino que empleó a otras. Sólo una suposición.
El punto es que cierto día escuché que Ángel María y el portero de la urbanización hablaban de que alguien estaba sacando el reciclaje del cuarto de basuras, por lo que él encontraba cada vez menos material allí. Esto me preocupó un poco y me dije que no volvería a sacar el reciclaje al cuarto sino que se lo entregaría personalmente a él.
Aún así, hace tres semanas estuve en Bogotá y cuando regresé no había seña de Ángel María, pasan los días ¡y nada!
Parece que en nuestra ciudad más vale la informalidad aunque se planteen otras estrategias. Desconozco cualquier política de la Alcaldía al respecto, pero en este caso me gustaba ese trabajo organizado que además dignificaba la labor del tan pordebajeado reciclador y me motivaba a separar los materiales reutilizables.
Epílogo: no separo mis basuras hace dos semanas.
Laura
martes, 17 de marzo de 2009
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1 comentarios:
Este comentario lo hace un vecino de la urbanización por el Facebook:
"verdad? no me habia fijado en eso. Es mas ni sabia que se llamaba o se llama Ángel María, solo sabia que era una humildad de señor que inspiraba reciclar cada vez mas".
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