jueves, 7 de mayo de 2009

De corazonadas y esperanzas

Entre más pasa el tiempo, menos creo en la institucionalidad y más en las personas. Siento que las instituciones son nombres, logos, mercadeo... pero el espíritu real es el de las personas.

Por eso, hace unos pocos meses empecé a tener una inquietud cada vez mayor por el tema de la sociedad civil ¿qué podemos hacer los ciudadanos por nosotros mismos? Aflora nuevamente mi espíritu de Mafalda, que sigue soñando con cambiar el mundo, antes de que el mundo pueda cambiarme a mí, y me digo que las instituciones tienen la obligación de la resignación, pero las personas no.

Las personas tenemos derecho a pensar con cabeza caliente, a dejarnos llevar por los impulsos y el corazón. Tenemos derecho a soñar con lo imposible y a hacerlo despiertos si se nos da la gana. Las instituciones deben verse sólidas y serias, y deben plantear objetivos "medibles, alcanzables, específicos y realistas" como yo misma recomiendo en mis clases, pero los seres humanos tenemos el derecho (y la obligación) de soñar con imposibles.

Hoy, a la puerta de este post dejo el vestido Universidad de Antioquia, el traje Católica del Norte y la pinta Universidad Pontificia Bolivariana. Hoy soy Laura Caro Salcedo, la joven, la académica, la viva, la soñadora y hablo por mí, solo por mí.

Hace una semana tuvimos un sueño colectivo, una manifestación en la que el mundo entero pudiera contar con sus ojos y sus manos, sin límites de fronteras ni idiomas, que quiere un planeta mejor, más limpio y sobre todo más respetado. Una preocupación que tuve desde que era niña, desde que tengo memoria, viviendo en una de las ciudades más contaminadas de América Latina: mi adorada y sufrida Bogotá.



Ahora soy una Mafalda tan soñadora como siempre, pero con herramientas y sin temor por la sopa, una Mafalda que mira el globo terráqueo con otros ojos y desde otro punto de vista y se dice "sí se puede".

Por eso, creo fervientemente en las capacidades, las posibilidades y el futuro de esta sociedad civil de mi vida, que no es la de Medellín, ni la de Bogotá, ni la de Colombia: sino la del mundo. Por eso declino la necesidad de la institucionalidad.

Creo en mí, creo en mis vecinos de apartamento y en mis vecinos de Twitter, Facebook y lectores del blog. Por eso no necesito un sello oficial para decirle a la gente que no quiero respirar más este aire que me envenena a mí y a mi mundo.

Como ciudadanos del mundo, podemos hacer muchas cosas, esta vez por el medio ambiente, mañana quién sabe. Me lo dice mi sentido común y me lo dice una corazonada.

Lala

5 comentarios:

Luis David Tobón dijo...

Hola Laura, me gustó mucho tu post, felicitaciones. Comparto lo que dices...

un abrazo...

Perfectamente Imperfecta dijo...

Hola Profe, o mejor ex-profe, mejor dicho compa;era de causa. No sabia que existieran profesores que yo conociera, que dejaran a un lado sus titulos y adornos que nos impone la sociedad para pensar como seres vivos. Me encanto el escrito, me gusto leerla, creo que asi la conoci mas de las veces que hemos hablado.
Gracias por tener una iniciativa y a mentalidad de que si se puede.

Laura Caro dijo...

Perfectica querida,

Nuestra sociedad nos obliga en muchas ocasiones a valer por la institución que nos avala. Bien o mal, a veces no vale que hable la persona, sino lo que es la persona por la institución a la cual pertenece. Eso nos pasa a todos.

Sin embargo, es bueno que reconozcamos el valor de nosotros como ciudadanía, creo que así, sin depender de la burocracia y los manuales de identidad corporativa, podemos hacer mucho también.

Lala

Laura María dijo...

Siempre hay algo que hacer, siempre podemos superar a la institución. Cerrarnos en algo es simplemente serlo, sin tener identidad, sueños, ideas, autenticidad... Lau gracias a mujeres como vos este mundo tiene esperanza de salvarse, o al menos ser conscientes antes de expirar.

Cristina Serna dijo...

Gracias Lau por tu post, pocas personas con sus palabras -escritas o verbales- le dejan a uno ese ahínco por seguir creyendo y luchando por lo 'ideal'.