sábado, 16 de junio de 2007

¿Qué es lo que le da precio a la verdad?

Creo que fue hace más o menos un mes cuando se estrenó en el Canal Caracol el programa "Nada más que la verdad" y hasta el momento he escuchado comentarios de toda índole al respecto, en radio, prensa, blogs y obviamente entre mis conocidos.

Una de las discusiones que más recuerdo fue la de dos mujeres en un programa radial, quienes se quejaban de la inmoralidad, del ejemplo que reciben los niños, de lo que se transmite en un horario familiar, etcétera, etcétera, etcétera. La posición de este par de mujeres,perfectamente respetable se vino abajo cuando ambas de repente empezaron a justificar por qué razón ven con frecuencia el programa: una de ellas argumentaba que lo veía porque era necesario saber qué es lo bueno y lo malo, y la otra aseguraba que era con fines científicos, porque es sicóloga y le interesa lo del polígrafo.

Pienso que en la cara de muchos de los oyentes se dibujó una sonrisa burlona similar a la mía, al entender que lo que acababan de proferir este par de señoras, después de todo su discurso moral, no era más que una excusa para explicar el por qué de su propia conducta "inmoral".

Después de ello me puse a revisar en mis pensamientos, para entender por qué razón este programa me resulta molesto, y comprendí que el problema no es de carácter moral, ya que cada quien decide a quién le cuenta sus intimidades o si lo hace delante de sus hijos o no. El problema radica, en que estas personas si bien lo hicieron por su propia voluntad, también lo hicieron por el atractivo del dinero, lo que muestra que muchos colombianos prefieren tener dinero que dignidad. Lo más gracioso, es que como las dos señoras del párrafo anterior, muchos de los que más critican, son los mismos que no se lo pierden.

Pero además, dando vueltas a los diferentes medios de comunicación me encontré con una postura bastante interesante, muy distinta a la postura moral (o más bien a la doble moral) que han estado asumiendo muchos colombianos. Ester Balac, columnista de el periódico El Tiempo, habló en un tono diferente, no habló de inmoralidad sino de mojigatería.

Entonces dirán muchos: es que permitir que en un programa de televisión salgan personas confesando sus secretos íntimos, y que por ello sean premiados y aplaudidos ¿no es acaso inmoralidad?. Y si miramos bien, podemos ponernos de acuerdo tal vez en que inmoral o no, no es una conducta plausible. Pero más allá de eso pone en evidencia lo mojigatos que siguen siendo muchos colombianos, para quienes es un enorme secreto y una enorme revelación la vida sexual de las personas y gozan como el más infantil voyeur ante el espectáculo más barato de todos.

Y gracias a la mojigatería o "falsa ingenuidad" de los colombianos es que se asume con tal inmadurez la información de la vida sexual de las personas. Y por eso es que se le da un valor tan farandulero a temas tan serios como las relaciones homosexuales, el aborto, las relaciones extramaritales, y etcétera, que pierden valor ante los ojos de las personas y terminan siendo sólo un objeto de entretenimiento con un precio tan risible como lo son 50 millones para la dignidad de una persona.

Es aquí donde me surgen las preguntas y los invito a que se las hagan: esas verdades ¿nos escandalizan?, ¿nos avergüenzan?, ¿nos molestan?, tal vez ¿nos reflejan? y si no entonces: ¿qué es lo que le da precio a esas verdades?

Laura CC Salcedo

Artículo completo de Esther Balac aquí

1 comentarios:

Camilo Arango Bedoya dijo...

A veces, cuando tengo la oportunidad de ver el programa, analizo cómo muchas veces no son las preguntas ni las respuestas como tales las que dan cuenta del error exacto de quienes se atreven a participar.

El problema es de interpretación a menudo. La fórmula es quizá la siguiente:

Pregunta maliciosa y/o sugestiva + respuesta nerviosa + plano detalle de manos sudorosas o de algún movimiento asustadizo + el murmullo de una mano de viejitos desocupados y morbosos que hacen de público...

Y todo lo anterior multiplicado por la sed de chismentretenimiento, la masturbación visual con los errores del otro y el nosequé que nos causa risa viendo todo eso…

... Es igual (=) a un pico disparado en el contador de audiencias.


Yo pienso, al igual que Laura, que los cuestionamientos no deben caer sobre quienes hacen el programa y quienes se ofrecen pa’l circo, sino quienes pagan la entrada para ver la payasada.