No me gusta sacar créditos. Por lo general cuando me antojo de alguna cosa hago el proceso a la antigua: me abstengo de algunos gastos, trabajo duro y luego termino comprándome lo que deseo, pero nunca he sacado un crédito en un banco o almacén, ni nada que se le parezca.
Tal vez por eso me sorprende encontrarme con frecuencia personas que sacan a crédito un vestido, una camiseta, un par de tenis o incluso hasta una botella de algún licor. Objetos que rara vez son de primera necesidad y que con unos cuantos meses de ahorro podrían adquirir, en lugar de echarse encima una deuda.
En Medellín esta modalidad de crédito para objetos pequeños es bastante convencional y muchas personas tienen la costumbre de endeudarse para pagar sumas irrisorias con la cédula de ciudadanía como único requisito, para después quedarse colgados en las cuotas y perder la posibilidad de adquirir préstamos significativos para artículos significativos, como electrodomésticos, un computador o un automóvil.
Mucha gente en esta ciudad, ha adquirido la costumbre de hacerse a objetos con absoluta facilidad puesto que con esa facilidad se otorgan los créditos. No soy economista e ignoro influencia del crédito en el PIB, pero desde mi punto de vista es muy delicado que dentro de una cultura se vaya introyectando el concepto de "comprar sin dinero" más aún cuando son muchos los jóvenes que aún sin empezar su vida laboral, obtienen créditos para cosas que no son indispensables.
Comprar sin dinero es un ejercicio que elimina del todo el esfuerzo por adquirir lo que se desea y borra la magia de la alcancía en forma de marranito que le incorporaba un valor especial a las cosas que se tenían, convirtiendo los objetos en desechables que pueden ser reemplazados por otros rápidamente gracias a otro pequeño crédito.
Es una suerte de juego peligroso en el cual, a la larga, termina diuyéndose el valor del trabajo, el esfuerzo y hasta el honor propio, a cambio de objetos mínimos que en cuestión de meses, o a veces incluso horas en el caso de los licores, estarán fuera de uso. Es una estrategia en la cual está planteada como objeto principal la adquisición de mercancía, más allá de la necesidad o el poder adquisitivo de las personas.
Los créditos, una modalidad útil para obtener de manera inmediata objetos grandes que solo podríamos tener al cabo de años, se han convertido en una enfermedad cuyos síntomas se expresan en la compra de pequeñeces y en la pérdida del buen nombre, desdibujando el valor del trabajo y poniendo por encima de cualquier otro, el valor de las adquisiciones que consigue una persona sin importar como lo haga.