domingo, 31 de enero de 2010

Desacredítese

No me gusta sacar créditos. Por lo general cuando me antojo de alguna cosa hago el proceso a la antigua: me abstengo de algunos gastos, trabajo duro y luego termino comprándome lo que deseo, pero nunca he sacado un crédito en un banco o almacén, ni nada que se le parezca.

Tal vez por eso me sorprende encontrarme con frecuencia personas que sacan a crédito un vestido, una camiseta, un par de tenis o incluso hasta una botella de algún licor. Objetos que rara vez son de primera necesidad y que con unos cuantos meses de ahorro podrían adquirir, en lugar de echarse encima una deuda.

En Medellín esta modalidad de crédito para objetos pequeños es bastante convencional y muchas personas tienen la costumbre de endeudarse para pagar sumas irrisorias con la cédula de ciudadanía como único requisito, para después quedarse colgados en las cuotas y perder la posibilidad de adquirir préstamos significativos para artículos significativos, como electrodomésticos, un computador o un automóvil.

Mucha gente en esta ciudad, ha adquirido la costumbre de hacerse a objetos con absoluta facilidad puesto que con esa facilidad se otorgan los créditos. No soy economista e ignoro influencia del crédito en el PIB, pero desde mi punto de vista es muy delicado que dentro de una cultura se vaya introyectando el concepto de "comprar sin dinero" más aún cuando son muchos los jóvenes que aún sin empezar su vida laboral, obtienen créditos para cosas que no son indispensables.

Comprar sin dinero es un ejercicio que elimina del todo el esfuerzo por adquirir lo que se desea y borra la magia de la alcancía en forma de marranito que le incorporaba un valor especial a las cosas que se tenían, convirtiendo los objetos en desechables que pueden ser reemplazados por otros rápidamente gracias a otro pequeño crédito.

Es una suerte de juego peligroso en el cual, a la larga, termina diuyéndose el valor del trabajo, el esfuerzo y hasta el honor propio, a cambio de objetos mínimos que en cuestión de meses, o a veces incluso horas en el caso de los licores, estarán fuera de uso. Es una estrategia en la cual está planteada como objeto principal la adquisición de mercancía, más allá de la necesidad o el poder adquisitivo de las personas.

Los créditos, una modalidad útil para obtener de manera inmediata objetos grandes que solo podríamos tener al cabo de años, se han convertido en una enfermedad cuyos síntomas se expresan en la compra de pequeñeces y en la pérdida del buen nombre, desdibujando el valor del trabajo y poniendo por encima de cualquier otro, el valor de las adquisiciones que consigue una persona sin importar como lo haga.

jueves, 28 de enero de 2010

Más allá del dolor

Una vez en mi vida estuve en una corrida de toros, pero tengo que hacer la salvedad de que no fue voluntaria mi asistencia a tal evento: estaba en las ferias de un pueblo boyacense, Floresta, en donde no conocía más que al médico del pueblo que era mi tío y quien estaría en la corrida, así que tuve que entrar.

Tengo que reconocer que me divertí muchísimo, porque antes y después de la corrida hubo espectáculo de música norteña y ranchera, algo que nunca en mi vida había visto y me fascinó ver cómo funcionaba esta especie de "concierto" a plena luz del día. Me detenía a mirar el rostro de las personas que desde el otro lado de la pequeña plaza de toros de madera que amenazaba a cada segundo con caerse, hacían gestos mientras cantaban a todo pulmón "qué de raro tiene, que me haya perdido, por una mujeeeer".

Pero hasta ahí. En el momento de la corrida tuve que pasar casi todo el tiempo con la cara cubierta con mis manos para evitar ver cómo lastimaban a los toros, una y otra vez. En varias ocasiones hacía preguntas a mi tío al respecto de tal espectáculo, las cuales hacían que me aterrara cada vez más.

Sin embargo, cuando salí de allí lo que más aterrada me dejó, no fue precisamente que maltrataran de tal forma un animal, sino la ferocidad con la cual las personas animaban al torero para que continuara con la faena. Se sentía cómo la multitud disfrutaba de ver sufrir al toro y cómo ante sus demostraciones de dolor y rabia, como siente dolor y rabia cualquier animal, animaban más al torero para que continuara.

Hoy ví un video en el cual un personaje comienza a describir de qué modo va a torturar un gato que tiene en sus brazos, de la misma manera que si fuera un toro en una corrida. Personalmente, se me retuerce el corazón de pensar que eso se lo hagan a un gato, perro, toro, loro o como se llame el animal. Dentro de mi lógica ellos son seres vivos y listo.

Bajo la misma lógica, funciona la campaña "Ponte en la piel del toro" que va aún más allá que el susodicho video. En esta campaña, las personas se ponen en el lugar del toro llenándose de sangre ficticia y banderillas haciendo alusión a la tortura que reciben estos animales en la llamada "Fiesta" Brava.

Dichas manifestaciones, en una persona como yo surten efecto y uno siempre se queda al menos pensando en dichos maltratos. Sin embargo, creo que el problema va más allá del dolor que se le infringe al toro.

Para ser honestos, hay que reconocer que en la naturaleza del ser humano está comer carne, el vegetarianismo puede ser una opción, pero no deja de ser viable más que para un pequeño porcentaje de la población mundial. En últimas, como cualquier animal de la selva, el ser humano debe matar para poder comer, pero solo para eso.

Sin embargo, en este caso (que es uno de muchos) la matanza del animal no se hace con fines de supervivencia, sino de diversión. El toro me recuerda un niño colegial, el típico que es el más pequeño del grupo y a quien los demás le hacen bromas porque les gusta burlarse de él, verlo llorar o hacer pataleta ante su impotencia frente a alguien que físicamente es superior. La diferencia es que a un niño de estos, rara vez lo lastiman y jamás lo matan.

En cambio al toro, sí. Se burlan de él, de su dolor, animan al torero a que le dé más vueltas, lo confunda, lo lastime más, como a un niño que no puede defenderse. No es una disputa de igual a igual y en medio de la inequidad del juego, el público enardecido ovaciona al más seguro ganador y grita a cada asalto como si asistiera a un partido de fútbol o si viera en concierto a su estrella favorita.

Estamos en un país dividido por mil motivos, cansado de violencia y de secuestros, de muertes en los barrios y de cientos de injusticias causadas nada más que por la mezquindad del hombre, pero a pesar de eso, parece que no hubiéramos aprendido cuando aparece esta gente que promueve que el ser humano se burle amplia y públicamente del sufrimiento de otro ser.

Y no tiene que ver esto con el discurso animalista de "respeto a todas las especies por igual", el meollo de este asunto no se encuentra del lado del toro, sino del lado del ser humano y de las acciones mezquinas que logran brotar de esta especie. Si son capaces de humillar y disfrutar de tal modo de la tortura de un animal ¿por qué nos extraña que puedan hacer lo mismo con otros seres humanos?