Cuando tenía 10 años, una compañera me preguntó si yo era conservadora o liberal. La verdad es que en ese momento de mi vida la pregunta me cogió fuera de base. Primero, porque yo no era, ni lo uno ni lo otro; pero más aún porque no sabía con claridad qué era cada una de esas cosas.
Ese día cuando llegué a mi casa, le pregunté a mi mamá si nuestra familia era conservadora o liberal, y ella me dijo que no éramos ninguna de las dos cosas, lo que me confundió más: ¿No teníamos que pertenecer a uno de los dos bandos? Entonces, como nadie me supo explicar, cogí mi libro de ciencias sociales de quinto grado, porque recordé que en él había visto alguna vez algo relacionado con el Frente Nacional y allí leí los principios del conservatismo en contraste con los del liberalismo y traté de descubrir a qué bando pertenecía.
Sin embargo, no encontré forma de adaptarme a ninguno de ellos, porque había en ambos cosas que me agradaban y cosas que me desagradaban profundamente. Entonces, con cierta desazón, entendí por qué mi madre decía que no pertenecíamos a ningún partido. Esta desazón, se debía al hecho de pensar, que por no tomar partido, sencillamente no me importaba el destino de mi país, y la verdad es que con tan sólo 10 años ya me importaba, y mucho.
Desde entonces, ha pasado una década y como los años no pasan en vano, he podido comprender muchas cosas, entre ellas que aunque en ese momento era una niña, fuí lo suficientemente inteligente para comprender que no se requiere ser apasionado para tomar posición frente a la realidad de su país, y que por el contrario, esto a veces, la mayoría de las veces, es un error.
Me pude dar cuenta de que esas personas que tomaron partido hace décadas, las mismas que salieron a la calle vestidas de un color que reflejaba ideales que muchos no comprendían o desconocían totalmente, sólo sirvieron para generar violencia, para generar muerte, como han generado muchas ideologías a lo largo de los tiempos.
Entonces, dirán ustedes ¿las ideologías generan muerte? Y digo yo: pues no, los apasionamientos generan muerte. El no entender que no hay ideologías completas y que por el contrario entre ellas se complementan, genera muerte; el no entender que como humanos todos tenemos errores y por ende ningún dirigente tiene la razón complete, genera muerte, y olvidar que el valor de la democracia radica en la validez de diversos puntos de vista, eso también genera muerte.
Pero ¿a qué vienen todas estas reflexiones en la actualidad? preguntará el lector. Y yo le respondo: a que los colombianos conocemos nuestra historia, pero igual, parecemos condenados a repetirla.
Cientos de personas en Colombia se están apasionando, y ya no hablamos de partidos. Ahora es más simple o se está con Uribe o se está contra él. Y la historia se repite tal cual: unos apoyan a Uribe "no importa si su gobierno es o no paraco" dicen unos; otros, apoyan gobiernos como el de Chávez "qué importa si es un payaso". Miles de personas salen a paro, cientos de ellas sin saber por qué, pero eso sí: todos opinan, todos tienen algo que decir, aunque no sepan de qué estan hablando, tal como los campesinos de hace años que se hicieron matar por ideales que desconocían.
Los uribistas atienden las intervenciones de su Señor Presidente y les parecen perfectas , admiran su "mano dura" aunque sea grosería y se vanaglorian de logros que no comprenden y de verdades dichas para que suenen de la mejor manera. A su vez, los antiuribistas apagan el televisor cuando habla el presidente, y ni siquiera se toman la molestia de averiguar en qué se equivocó. Aplauden lo que dijo Petro porque lo dijo Petro y lo que hizo Chávez porque lo hizo Chávez.
Y lo más grave de todo, es que ignoran el valor de la oposición, que no se ocupan de entender lo que dijo el otro para poder criticarlo, sencillamente alegan y opinan. Se les olvidó que si existen partidos políticos con ideologías distintas, es para que todos los ciudadanos tengan espacio para dar a conocer sus posiciones y que estas alimenten al gobierno, no para que se maten entre unos y otros (suspiro de decepción).
Queridos compatriotas: muy bien me parece que queramos opinar, que queramos tomar posición: eso es sano. Pero qué bueno sería que antes de hacerlo leyéramos un poquito y supiéramos bien de qué estamos hablando. Los invito a que tomemos la posición de un niño de 10 años, que no sabe y reconoce que no sabe.Tratemos de aprender de verdad, de la lectura concienzuda, de la observación analítica y sobre todo DE LA ESCUCHA.
Y por sobre todo, recordemos que no es necesario que nos apasionemos y nos hagamos matar para que realmente estemos haciendo país.
Laura CC Salcedo
jueves, 31 de mayo de 2007
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3 comentarios:
Me parece muy interesante lo que propones, además en un buen punto de vista de esos partidos que al final son los que tienen el país así.
Me alegra qua ya somos dos los que tenemos pensamientos iguales.
Mi pregunta es ¿cómo tú, yo y los que pensamos igual podemos ir cambiando la historia del país de la maravillas?
Tenés toda la razón, la polarización en la que ha caído el país es aberrante. Lo más triste es que ya no hay argumentos, solamente gritos.
Excelente pregunta Jahndrés, personalmente, pienso que cambiar este país no es tarea fácil, y por lo mismo no hay una solución milagrosa que lo arregle en un día y tampoco que esté en manos de una sola persona.
Me parece que el opinar y participar, empezando por medios como este, es una forma de ayudar, eso demuestra que hay personas despiertas y dispuestas a mejorar al menos un poquito este país.
De resto, sólo queda que en la medida en que vayamos teniendo capacidades de índole económica, educativa, cultural o ideológica, volquemos esas oportunidades también hacia los demás y aportemos para enseñarle (no para obligarle) a la gente de este país, no a pensar como queremos, sino a levantar su propia voz y sus propias manos para mejorar su vida y la de todos. Eso sí, con trabajo, no con violencia.
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