domingo, 20 de junio de 2010

De diferencias necesarias

Recuerdo la primera vez que en mi vida fui consciente de la política colombiana. Tenía 10 años y en el libro de texto "Renacer 5" leí acerca de los partidos políticos tradicionales colombianos: el Conservador y el Liberal. Recuerdo haber leído en un cuadro comparativo los principios de uno y otro partido y a esa corta edad pensé que no podría ser parte de ninguno de ellos, porque había en cada uno filosofías que me convencían y otras que definitivamente me digustaban.

A pesar de que han aumentado los años y los argumentos, sigo pensando que ninguno de los dos extremos es positivo para regir el rumbo de un país y ahora sé, que ni siquiera al interior de esos, ni de ningún otro partido, las personas se ponen de acuerdo para cada uno de los principios y voluntades políticas con las que salen a gobernar.

Aunque no soy bióloga, una vez leí que los seres que se reproducen de forma asexual, es decir a partir de un solo individuo, corren más riesgo de extinguirse. Esto ocurre porque al no mezclar sus genes, no realizan el proceso de selección natural y en consecuencia no evolucionan, así que tienen menores posibilidades de resistir a un medio hostil. Puede sonarle raro, señor lector, pero opino francamente que lo mismo pasa con la evolución social de un país.

Inevitablemente el que piensa diferente incomoda, porque nos saca de la tranquilidad de la convicción propia y comienza a atacarnos con o sin argumentos obligándonos emprender la búsqueda del argumento propio, de la terqueza o de la violencia, quizás. Sin embargo, solo esa incomodidad nos lleva a evolucionar social, intelectual y políticamente.

Si todos pensáramos igual, lo cual suena absurdo nada más al enunciarlo, estaríamos negados para avanzar hacia nuevos horizontes y amarrados a políticas caducas ¿entonces por qué le tenemos tanto miedo a la oposición?

En cierta medida podemos atribuirle ese desdén por el que piensa diferente, a un Presidente Uribe que se esforzó por enfatizar en que al ser él enemigo de las FARC, todo aquel que estuviera en desacuerdo con él o con sus maneras, era necesariamente amigo de la guerrilla.

Sin embargo, no creo que semejante actitud provenga solamente de tal situación, lo pude comprobar en los noticieros cuando decían "los votantes de X candidato, votarán por X otro en la segunda vuelta" o en Twitter cuando decían "los votantes de X partido solo votan por moda, o porque son ignorantes".

Me parece estar escuchando a un ganadero hablar de cabezas de ganado y me veo en la misión de recordarle, estimado lector, que aunque a veces parezca lo contrario, los ciudadanos no somos reses en el hato de un terrateniente.

A veces pareciera que estamos convencidos de que los seres humanos somos clasificables en categorías y que merecemos ser juzgados según eso. Cuando se pierde de vista que somos diferentes es cuando pierde valor la vida "porque ese es otro" y así se comienzan a perder miles y millones de vidas de "otros" que eran simplemente otra cabeza, otra res sin nombre.

Colombia necesita la oposición argumentada y democrática, como cualquier otra sociedad, para poder avanzar, pero para eso tenemos que dejar de clasificarnos y señalarnos, para aprender a estar en desacuerdo con decencia, como ciudadanos adultos.

Es indispensable que la oposición se construya de forma digna y argumentada, y la misión de quienes ya lo hacen bien también es rechazar a las personas (y grupos) que la ejercen de manera violenta, porque solo bloquean sus oportunidades de ser escuchados. A su vez, tengo la esperanza en que los colombianos que eligieron el próximo presidente no pretendan que "unidad nacional" signifique "unanimidad nacional" y que los colombianos tengamos la capacidad de comprender la diferencia entre esas dos cosas.

Para terminar, quisiera insistir en algo que dije muchas veces durante la temporada de campaña electoral y que ahora me parece aún más importante: los colombianos decentes cuando votamos, coincidimos en un deseo común que es tener por fin un mejor país, lo que nos separa es la idea de cómo sería ese país mejor y los medios para llegar a él. En consecuencia votamos diferente.

Por eso, es necesario que tanto los colombianos que eligieron al próximo presidente, como los que no lo hicimos, entendamos que no necesitamos enfrentarnos por el hecho de estar en desacuerdo. Que tal como hace la naturaleza al juntar genes diferentes en la reproducción para asegurar la evolución, nosotros debemos aprender a tomar lo mejor de cada ciudadano y de cada ideología sin terqueza, pero sobre todo sin violencia, para que ese deseo común de mejorar, pueda ser realidad.